Al parecer las puertas del Necronomicón han quedado selladas. Y se han cambiado las recetas para intentar asustar a los jóvenes estudiantes que tantean tener un relajado fin de semana, pero que se encuentran con su fantástica muerte, o la pareja que quiere alejarse a disfrutar de la soledad y terminan por sellar su pacto de amor con sangre. Ahora es momento de volver a poner la situación en manos de un niño.
En esta ocasión, la producción de Sam Raimi y Robert G. Tapert, bajo la batuta de Ole Bornedal, aturde nuestros sentidos con el filme Posesión Satánica (2012) -cuyo título original es sin más The Possession-, y, manejando una lógica similar a la de la pequeña Regan MacNeil de El exorcista (Friedkin, 1973), intenta alcanzar la forma épica de horror.
Una caja antigua, fabricada, tal vez, en una aldea judía de tiempos lejanos, aprisiona un espíritu mejor conocido como Dybbuk, que intentará poseer al mejor de los cuerpos, o por lo menos al más incauto.
Con una narrativa que vacila entre el estado anímico de la pitusa Emily (Natasha Calis prometedora), a la que la ciencia intenta comprender, y la voluntad de un rabino, el filme no pasa de ser un collage de fórmulas antes explotadas, aunque lleve la franca y explícita razón de ser una “historia basada en hechos realesâ€. Los roles siguen siendo inertes y constantes, como las viejas leyendas arquetípicas.
El reparto del filme llama mucho la atención, y es una de las características que puede convencer al espectador, pues la firmeza del padre salvador, Clyde, (excelente Jeffrey Dean Morgan), hace que el filme sea menos denso y más estructurado. Por otro lado, unaa pequeña actriz, la apesadumbrada Emily, transmite un hartazgo por estar en posesión de otro ser, que llega a ser frustrante para el espíritu que la posee. No obstante de que se queda muy corta a semejanza de la tenebrosa, pero hermosa, Linda Blair, cumple su objetivo: levantar a algunos de la butaca. A estos peculiarmente se suma, también, el reggaecero Matthew Paul Miller mejor conocido como Matisyahu, en el papel del rabino Tzadok.
A lo largo del filme pocas veces se puede observar el humor que siempre ha caracterizado a Reimi, pero no dista mucho de los juegos que antes ha realizado. Por ejemplo, eliminar a uno de sus personajes sin que este tenga incidencia en el pensar o en las acciones de los otros roles, sólo para terminar donde él quiere: un final esperanzador, en donde todo se resuelve en los “mejores†términos.
31.08.12