por Adriana Bellamy
Después de La Reine des pommes (2010), el segundo largometraje de la actriz-directora Valérie Donzelli La guerre est declarée (2011) nos muestra una de las propuestas más interesantes de lo que caracteriza al fenómeno cinematográfico: la creación colectiva. Basada en hechos reales, Donzelli, que a modo de guiño a la obra shakespeareana nombra a sus personajes Romeo y Julieta, parte de la premisa romántica para narrar su propia historia y la de Jérémie Elkaïm (ex-pareja de Donizelli, co-guionista y encargado también del vestuario y maquillaje) quienes enfrentan una dura batalla contra el cáncer de su pequeño hijo Adam.
En las primeras escenas —cuando vemos a Julieta (Valérie Donzelli) con su hijo Adam (Gabriel Elkaïm) de ocho años, mientras esperan en una sala de hospital para que le hagan una tomografía y, posteriormente, la cámara realiza un zoom in en primerísimo plano del ojo de la mujer— se nos introduce en flashback a la historia de Romeo y Julieta. Con un vertiginoso ritmo de edición regulado por la banda sonora, Donzelli nos presenta el momento en que se conocen estos personajes en una fiesta, su idilio y convivencia, formulada en travellings por las calles de París, así como el nacimiento de Adam. Estas imágenes, que anteceden los créditos iniciales de la película, consolidan la mezcla de drama, comedia y musical que Donzelli mantendrá durante el desarrollo de la narración. Mediante el uso de la voz en off, con tres diferentes narradores, la sincronía y contrapuntos musicales y de sonidos in/off, Donzelli nos cuenta el largo conflicto y padecer de estos padres que emprenden su batalla al mismo tiempo que comienza la guerra en Irak.
En franca referencia a los filmes de Truffaut, Lelouch, Rohmer y Demy —como la secuencia musical cuando Julieta observa desde la ventana de un taxi y en ella vemos en sobreimpresión el rostro de Romeo, ambos expresando su amor mediante una canción pop francesa— Donzelli comparte varias situaciones cruciales de su historia de pareja y familiar en una serie de escenas íntimas que nunca caen en el realismo absoluto o el melodrama lacrimógeno. A través del uso del espacio, las transiciones narrativas en fade out o en iris, el color, el manejo arriesgado de la cámara y el sonido (así, en la escena del hospital cuando le informan a Valérie del tumor de Adam, la vemos correr por los pasillos del hospital y finalmente, desfallecer, lo cual se expresa en tomas de cámara en mano, alternando entre la música de Vivaldi y un sonido en off sofocado) Donzelli nos transmite que el verdadero enfrentamiento de la joven pareja no es contra familias enemigas sino contra sí mismos. De manera paralela, mientras surge una configuración distinta del mundo, marcada por la invasión estadounidense a Irak, Romeo y Julieta sortean las dificultades de la conmoción familiar, el desastre y la terrible incertidumbre de la enfermedad de su hijo, aunque su relación de pareja no sobreviva, como bien nos señala uno de los narradores.
A pesar de que la secuencia final no es de los momentos más afortunados de la película —en cámara lenta vemos a la familia en un paseo por la playa una vez que han salido del hospital y Adam ha sido diagnosticado como paciente en remisión— Donzelli regresa a las referencias antes mencionadas y en Adam, a quien vemos de espaldas en un plano general recorriendo el camino a lo largo del mar, podemos encontrar a ese Antoine Doinel de Truffaut que se encuentra frente a un horizonte con nuevas posibilidades de vida y recupera su infancia.
23.09.12