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No de Pablo Larraín

La fuerza de una palabra

En el crepúsculo chileno de los años ochenta la dictadura de Augusto Pinochet perdía credibilidad y legitimidad ante los ojos del mundo. Para 1988 se decide realizar un referéndum en el cual la población decidiría si el militar continuaba en el poder o sería posible cambiar las cabezas del sistema después de años de un gobierno impuesto por la violencia 15 años atrás.

 

por Julio César Durán

 

El director Pablo Larraín, que ya nos había dejado un buen sabor de boca con su entrañable asesino serial obsesionado con la figura protagonista de Fiebre de sábado por la noche (Badham, 1977) en Tony Manero (2008), nos trae de nuevo a la memoria uno de los episodios más importantes de la historia mundial reciente desde un punto de vista muy particular en No (2012), donde Gael García interpreta a René Saavedra, un publicista que será el encargado de llevar a buen puerto la campaña por el NO.

Basada en un hecho real, No es una coproducción entre Chile y México de casi 2 horas de duración que fue hecha en su totalidad con un formato de video, material en desuso desde los años 90, con el que se juega a saltar entre la realidad (representada por los verdaderos “actores” de la campaña NO y los documentos audiovisuales de la época) y la ficción de un drama ágil, muy bien estructurado.

El argumento que a ratos nos salpica con un poco de thriller, en general corre con el drama de poder participar de un cambio de paradigma político. Después del golpe de estado que la CIA produjo con las fuerzas militares chilenas y que terminaría en la larga dictadura de Pinochet –que vendría por supuesto con años de desaparecidos, presos políticos, violencia y muerte– algunos de los personajes de la política, de los medios y de la cultura de aquel país (los de izquierda, por supuesto) unen esfuerzos para producir 15 minutos diarios de información contra la dictadura y tienen en sus manos el hacer de la campaña publicitaria, una cosa tan atractiva que mueva a el grueso de la población para votar a favor de un cambio. Todo esto con Gael García (al que por cierto no le sale nada bien el acento chileno) al frente del reparto como agente promotor de empatía con el espectador.

La producción de No es una maravilla. Con el contratiempo de tener un formato que lleva descontinuado una veintena de años (que me llevó a imaginarme los problemas de rodaje y post que esta película pudo tener), el reciente largometraje de Larraín supera las expectativas y logra una fuerza visual donde la forma y el contenido van de la mano para resultar en una obra de arte que rescata los barridos de color del formato de video, que rescata también el aspecto granuloso de una imagen pixelada, cuando esa palabra no estaba de moda, y que en todo nos recuerda a la gran broma que hizo Deodato con su Holocausto Caníbal (1980).

Justo a eso juega el director chileno, a representar una realidad a través de un mega flashback contenido en la película entera donde vemos los ambientes y las texturas de la vieja televisión ochentera y al mismo tiempo atravesamos al aparato mismo con las imágenes reales de la época, desde comerciales de refresco hasta videos de represión policial. Durante todo el filme vemos desfilar, avejentados, a quienes fueron partícipes de toda la campaña por el NO en Chile durante unos segundos al menos, e instantáneamente miramos sus acciones a través de un antiguo cinescopio con el jingle siempre presente que dice una y otra vez “Chile, la alegría ya viene”.

La dirección de arte le da un extra que se agradece a esa bien trabajada imagen con demasiado brillo y fueras de foco. Los objetos, los juguetes, la ropa, los automóviles e incluso los lugares, todo está en su sitio, perfectos para unirse en un montaje atrevido pero simple, que dejará como una pieza perfectamente redonda a este reciente largometraje de Larraín.

La película con su tono festivo a pesar de ser un drama y de su memoria política, que forma parte de una (sin quererla) trilogía alrededor del golpe de estado y dictadura chilenas, caerá como anillo al dedo a varios países latinoamericanos (y algunos otros), sobre todo a los que la producen: a Chile que atraviesa momentos importantes social y educacionalmente hablando, y sobre todo a México con sus dos cínicos y descarados fraudes electorales a cuestas.

Durante su exhibición, No se llevó aplausos por varios minutos para su realizador y para su protagonista. Como parte de la sección oficial en competencia del London Film Festival, a su servidor le parece una de las cartas fuertes del evento que hace ver menores a muchas otras películas. Son pocas las cintas contemporáneas que encuentran la manera adecuada de explotar y exprimir al arte cinematográfico y llevarlo a todo lo que da, uniendo el qué y el cómo contar de la película en cuestión. Ésta lo logra y me hace pensar que otras películas, con una manufactura visual que obvia su súper producción con grandes decorados y fotografía nítida, no tienen nada que hacer al lado de una mirada precisa y avasalladora que grita a voz en cuello una sola palabra que tiene impacto en millones de situaciones.


19.10.12



Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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