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La gran cogida al Santos

Tras una larga espera que creó toda clase de expectativas con respecto al grande (y más que nada políticamente incorrecto, pero culto) legado de los monos de Jis y Trino, se exhibe en salas comerciales el gran comercial (obviamente) que tuvieron a bien (o como única posibilidad de creatividad casi televisiva) adaptar al celuloide quienes han estado detrás de algunos de los churros más célebres del cine mexicano contemporáneo. ¡Aguas, porque ay´ viene su padre El Santos!.. más o menos.

por Praxís y Danino


Estaba un día Jis y Trino en un retiro espiritual huichol en la isla de los alacranes del Lago de Chapala, elucidando frescas y jocosas herejías, cuando de un momento a otro fueron sorprendidos por un recio vendaval: un espeso torbellino los envolvió cual Dorothy en Kansas, luego de lo cual, entre malezas, polvo y humito de psilocibina cayeron frente a un gran escritorio engalanado con billetes, tras el que se escondía un proyecto disfrazado de mil caras más amables que la real y cruda certeza de aquietar los espasmos subversivos de sus cómics perturbantes.

Como en Guadalajara es bien visto tener una gorda cartera, tomaron los billetes y no salieron corriendo, pero sí dejaron en prenda una colección impagable de quasimíticos monitos en las manos de Francisco Arriagada (Una película de huevos, 2006, y Otra película de huevos y un pollo, 2009), Fernando de Fuentes (teveserie El Chavo animado 2006-2012), Lynn Fainchtein (Hecho en México, 2012), entre otras, para dejarlos hacer y deshacer los atascados mensajes estáticos de los cartones hace décadas publicados, hoy en manos de ¿cuántos animadores de gran calidad? Eso sí: el trabajo de la animación es, hasta ahora, de lo mejor que ha visto nuestra cinematografía.

Ya que el asunto era hacer un buen negocio, comenzaron a proyectar todas las posibilidades del poder de la animación mexicana (conjuntando de aquí y de allá diseñadores expertos); guiaron a un guionista, Augusto Mendoza (fetiche del Derbez de La familia peluche, 2003, y forjador del mild Abel del milder Diego Luna), a la altura de la circunstancia buscada –medio hacer una promoción de un modo de vida basada en el consumo exclusivo de la marihuana–; y buscaron al director más cool que tenían a la mano, Alejandro Lozano (del cinematográficamente tarantiniano Matando Cabos, 2002, a los tarantinianos capítulos de TV de Los Simuladores, 2004) y a quemar llantas.

La película en sus créditos, comienza hablando, por supuesto, de mota, aunque en realidad se trate de un exquisito viaje de muchos psicotrópicos y hongos muy activos, pues resulta que el Peyote Asesino (Yazpik dándole voz de mirrey, ¿en serio nos imaginábamos a este enigmático personaje como una versión de Luis Miguel mezcalizado? Mamador desatino) emprende una campaña antipacheca, luego de que el Santos (Giménez Cacho al ahí se va, como todo un experto), su eterno rival, se traga una chora o lo que comúnmente los chilangos entendemos como bachita.


Esa será la semilla que dará pie a todo este relajo-épico-fluorescente-ultrapostOndero, y es así que nuestro infrahéroe, tras una angustia existencial, caerá en cuenta de que vivimos en un mundo enmarranado de desigualdad, donde existen seres marginados por nuestra chaquetera individualidad, o como diría Adorno, por la anomia, y son aquellos seres silenciosos, grises, alienados, de Sahuayo: los vilipendiados zombies del sistema que vienen a ser la perfecta metáfora de la prole, o sea de usted y yo, lector.

En ellos el Sanx ha visto la nobleza de espíritu que emana cual tufo de carroña de este sector, el único que pagan impuestos y organiza entonces la campaña “Zombilaridad”, el programa social que la chamuscada y ojete mentalidad del Santos llevará a cabo (en serio, en serio, ¿el Santos de las tiras era tan koolaid?). Así vemos que nuestro querido personaje, paladín de la escatología, la erotomanía y la pachequés se reinventa en esta adaptación como un Azcárraga cualquiera, cuya mano escamotea por debajo de este filme de aparentemente “sana” recreación.


Detrás de la fácil carcajada, porque no se llega a más a lo largo de la variada serie de cortometrajes que se engarzan sin ton ni son, al ritmo que los dislates marquen, y todo para salir de la sala sin nada en la mente, como de un parque de diversiones al que vas a licuarte el cerebro un poco para olvidarte de que afuera la vida es mucho peor que una caída libre con toda la seguridad dispuesta de antemano.

El cálculo es perverso. A los monos estáticos de aquel par jalisciense les chuparon su espíritu de comedia incorrecta y errática, de arte plástico cachondón y culto, para darle el mismo valor de una antología de mejores frases de Armando Hoyos. Vender, esa fue la consigna con la que se planteó este proyecto… Vender para olvidar y hacer que olviden los espectadores a un monigote de trazos ilustres para darle paso a un monigote que seguro próximamente veremos en peluches y tazos. Vender con usura (cfr. Pound) para que todo pase y nada quede. Vender desinteresadamente media hora en el privado del Tetona’s Palace para hacer sentir al inerme come-palomitas que es un gran conocedor, pues reconoce las referencias (de Rocky y Caracortada a los Súpercampeones y una vez más Matrix, El gran escape y, pff, La naranja mecánica, entre ¿10 o 20 más?).

La película va de género en género, de célebre voz en célebre voz, buscándose a sí misma sin suerte; más bien va despojándose del aura enigmática que le proveía la tira cómica, restando así su certera dimensión poética (sobre todo la de Jis que es un artista del trazo inconsciente), en pos de la relaboración práctica y sistemática de los dibujitos animados. Sin embargo podríamos decir que por parte de Trino hay mucha disposición, e incluso dona para algunos cameos a otros de sus ínclitos monos sin deberla ni temerla: el rey chiquito y algunos ladrones de sus fábulas del hampa.

En suma se trata de una magna estafa que se quiere subir al tren de lo independiente con todo el tufo que una bacha salida del intestino grueso del Santos pueda tener luego de casi una hora de larguísima e inconexa película; que se quiere acomodar concienzudamente entre los exquisitos con todo el machismo atascado (las chichis al poder, no las mujeres); que quiere ser drástica y tener también moraleja; ser pesadilla con final feliz.

Ya sólo esperamos que Jis y Trino gocen de las mieles de la fortuna, que sepan divorciarse ya completamente del proyecto del Santos (que seguramente incluye una tvserie y secuelas) y que sigan incomodando a la banda con mecos pegajosos, clítoris saltones, vergas autónomas, relaciones de closet, hongos alucinógenos y más auténticas excentricidades.


3.12.12



Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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