por Marco Aurelio Del Mezcal
Una verdadera obra de arte, maravilla de estilo para ser la obra de un cineasta emergente, que apela a una forma de inocencia bastante particular, donde el débil y aún joven ser humano arrojado al hostil mundo que constantemente arremete contra él, intenta luchar golpe a golpe contra las inclemencias naturales, poniendo muy en alto el puño mientras el viento que lo acecha se le escapa entre los dedos.
Beasts of the southern wild (2012) es el primer largometraje del joven realizador norteamericano, Benh Zeitlin, que adapta la puesta en escena original de Lucy Alibar llamada Juicy and Delicious. El director, con todo y una producción independiente, pone una mirada de manera preciosista a aquella otredad que al cine de Estados Unidos, con sus reflectores, grandes decorados, etc., le da miedo voltear a ver: personajes marginados que a todas luces pertenecen al Bayou –aunque bien podrían encontrarse en cualquier parte del globo– que sub-viven y sobre-viven entre el olvido y el duro embate de las fuerzas de la naturaleza, ignorantes de sus auténticas carencias. El tercermundo del primer mundo.
Nominada entre otros óscares al de mejor película y mejor guión adaptado, la ridículamente llamada en México, Una niña maravillosa (apestoso nombre de telenovela barata que algún “ingenioso†marketero propuso a la distribuidora), tiene un argumento cercano al realismo mágico donde la protagonista, Hushpuppy (Quvenzhané Wallis), al lado de su explosivo padre, Wink (Dwight Henry), retarán al mundo mismo en pleno caos donde los polos comenzarán a derretirse; la pequeña comenzará en la película aprendiendo todo lo posible para subsistir cual iniciada en un medio tribal; esto dará paso en la historia a la inundación y destrucción de su hogar: el Bathtub.
Tras una apocalíptica tormenta que parece sólo afectar a los marginados de dicha población, los pintorescos seres que quedan con vida vagarán hasta que unos cuantos, liderados por el ingenioso pero testarudo Wink, volarán en pedazos la presa que mantiene sus hogares bajo el agua, cosa que los entes “civilizados†que viven en la mega urbe no soportarán, por lo tanto intentarán “salvar†a las bestias salvajes de sí mismos. Tras la captura -llámemosla así- de su padre, la pequeña Hushpuppy hará un viaje en busca de su desconocida madre.
Beasts of the southern wild es una encantadora mezcla de fantasía en el más puro estilo de Alma Har´el o Michel Gondry, con la cruda “verosimilitud†de Harmony Korine. La película de Benh Zeitlin es una ópera prima como pocas, sorprende la técnica que logra controlar para ser un primerizo fuera de la industria norteamericana. El filme, de belleza incomparable que bien calificamos de un realismo mágico, lo experimentamos paso a paso a través de los ojos de la pequeña pero aguerrida protagonista. Hushpuppy posee una inocencia que lo desarma todo para volverlo a ordenar, al tiempo que se enfrenta con la ausencia de una figura materna, a quien siempre visualizará en la lejanía, casi como a una divinidad, representada por un faro, y con una figura paterna por todos lados despreocupada por fungir como un protector pero que al mismo tiempo se mantendrá al lado de la niña como un igual.
Los personajes de la película, literalmente estas bestias del salvaje sur, sienten vergüenza de verse sobrepasados, llámese ser golpeados por la gran tormenta o incluso de verse débiles ante un mal cardiaco. Pareciera que estas afecciones sólo terminarían perturbando a los temerosos o a las gentes de las grandes ciudades. Estos otros, seres enrarecidos que poseen una chispa única, no temen a la muerte porque no la conciben a cabalidad, saben que morirán sí, pero al igual que las bestias no entienden su propia contingencia. Por esta razón serán los únicos capaces de sobrevivir a un “fin del mundoâ€. Personajes que con su ingenuidad, comprenden mejor el mundo natural de lo que es necesario comprender a la realidad moral en la que no son bienvenidos, lugar que, a final de cuentas, sí quiere a estandarizarlos a toda costa.
Al final, la fuerza obtenida gracias a cada golpe tendrá su recompensa. Las grandes bestias (los extintos uros euroasiáticos), recorren el mundo desde el polo hasta el Bathtub, una vez ahí, Husspuppy les demostrará (y al cosmos entero) de qué está hecha, reclamará algo así como su derecho de nacimiento a través de una especie de bautizo de fuego.
Realizada casi por completo con cámara en mano, Beasts of the southern wild hace un uso de los recursos independientes y encuentra su punto de equilibrio entre la fantasía y la realidad que Hushpuppy nos va enseñando en su odisea preciosista. La fotografía está llena de poros, nos aparece mohosa, húmeda como el Bathtub mismo. El ojo de Ben Richardson (fotógrafo de la película) va perdiéndose todo el tiempo en los detalles de luz, dejándose llevar por las partículas de polvo que flotan en el aire, haciéndonos partícipes de la ligereza con la cual se desenvuelven las paupérrimas vidas de los pobladores del lugar; todo con los complejos pero a la vez sobrios movimientos de cámara que lleva a cabo.
El trabajo de dirección de actores es brillante a la hora de conectar a la protagonista –quien apenas está llegando a la década de edad–, con el público, sumados al bien trabajado montaje (cortesía de Crockett Doob y Affonso Gonçalves); el diseñador de producción se desenvuelve de manera exquisita pero también de forma mesurada, logra que la dureza de la sobrevivencia se vea contrastada con la ingenuidad de los adultos que viven sin más que sus casas hechas poco a poco, con desperdicios y trebejos por todos lados; por último la música, compuesta también por Zeitlin, nos recuerda en todo a esos ensambles folk de Beirut (la banda de balkan/tambora, no la ciudad). Regodeándose en plano detalles, todos estos miembros de la producción, en conjunto, hacen de ésta fresca muestra de cine contemporáneo, una elaborada fábula que va directo a las entrañas pero que sin lugar a dudas permanece, antes que en cualquier otro lugar, en el intelecto del espectador.
15.02.13