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Jódete madre patria

Ai weiwei: never sorry

por Julio César Durán

 

Miembro de una generación que comenzó a abrir las puertas de la cerrada República Popular China, uno de los primeros artistas que logró estancias creativas fuera de su tierra natal (en este caso en Nueva York), y hoy por hoy uno de los disidentes más conocidos de una dictadura que poco ha podido cuestionarse, es la figura principal de un polémico documental que la gira de documentales Ambulante trae hasta los ojos mexicanos: Ai Weiwei.

El documental coproducción Estados Unidos-China, Ai Weiwei: never sorry (2012), dirigido por la realizadora Alison Klayman, comienza con un vistazo al estudio del célebre artista conceptual en el 258 de la calle Fake. Una vez ahí miramos a los gatos que conviven con el equipo que colabora en el lugar, uno de ellos ha aprendido a abrir las puertas ante la sorpresa de todos. Las primeras cosas que escuchamos son acerca del mencionado felino, y se propone un burdo concepto que nos dará gran idea de quién es y cómo funciona Ai Weiwei, tanto como creador así como activista: la diferencia entre los gatos y los hombres es que los primeros podrán abrir puertas pero jamás cerrarlas, es decir, parece que lo que dota de humanidad es la capacidad para disentir, para discriminar, para cuestionar, para tomar la decisión de estar del otro lado de la puerta y casi en automático convertirse en un marginado.

La cámara de Klayman se funde con las de los colaboradores que siguen y documentan la vida y obra de Ai weiwei desde que comenzó a ser acosado por el estado chino. La directora hace un recuento del trabajo visual que ha elaborado el artista –también documentalista y videoasta en 9 obras, de las que se rescata la que realizó tras el devastador terremoto que sacudió Sichuan en 2008 y que lo catapultó como activista (algo así como nuestro Caso ABC en versión China)– para mirar cómo él es cuestionado primero, por participar en la construcción del Estadio Olímpico de Beijing (llamado Nido de Pájaro), para más tarde serlo por criticar a la misma edificación.

 

El quincuagenario creador pekinés –hijo del poeta Ai Qing (quien sufrió de algunas de las consecuencias de la reeducación)–, que no logró notoriedad mundial sino hasta principios de la primer década del siglo XXI “haciéndole pito” a todo símbolo de cultura, se muestra ante la cámara no únicamente como un provocador, también como activista y como un personaje politizado que ve necesaria la crítica o la actitud contestataria ante un estado que aún hoy se mantiene hermético. La propuesta de Ai Weiwei no carece de miedo, así como no carece de un discurso anti solemne e iconoclasta, donde se burla de las sobre-interpretaciones de su obra al mismo tiempo que pone el dedo en las llagas más visibles pero menos notorias de la cultura china, misma que al final de cuentas se ve como un reflejo de las falsas libertades de occidente.

La manufactura del documental es sencilla, sin ningún contratiempo ni grandilocuencia visual. Aprovecha los medios que tanto disfruta y promueve el mismo Ai: el video digital, las redes sociales como twitter (que hoy por hoy se convierten en un altavoz global para manifestar inconformidades), los blogs. Todas éstas, herramientas que en occidente no ofrecen nada más que entretenimiento, se vuelven armas de poderosa disidencia al grado de declarar a personas como seres “ilegales”, y a partir de ellas como pruebas, se pretextan actos subversivos o promotores de insurrección. Los medios usados por éste y varios activistas más, son causa inmediata de volverse un peligro.

Crítico de la vieja China tradicional, al igual que de la falsa apertura de la actual República, desde una seña tan soez como lo es el refresco de cola, Ai Weiwei es alguien que no diferencía entre el arte y la política, es un artista antisistema, que no está totalmente en contra de aquél, más bien está fuera de un sistema que no le permite ser él mismo: ésta es la principal distinción entre los productores culturales cobijados por la institución y los creadores libres.

 

El documental, como la misma figura protagonista, es provocador y generador de preguntas, de cuestionamientos al discurso oficial de la China del XXI; es un personaje que va a demostrar cómo la cotidianidad de las vidas contemporáneas se han convertido en algunas de las peores pesadillas sociales de la ciencia ficción (piénsese en 1984 de Orwell), donde los grandes estados temen tanto como censuran a los actos irreverentes.


17.02.13



Julio César Durán


@Jools_Duran
Filósofo, esteta, investigador e intento de cineasta. Después de estudiar filosofía y cine, y vagar de manera "ilegal" por el mundo, decide regresar a México-Tenochtitlan (su ciudad natal), para ofrecer sus servicios en las....ver perfil
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