por Isabel Ocadiz
El director y escritor estadounidense Whit Stillman en Chicas en apuros (2012) relata la historia de tres chicas universitarias que intentan revolucionar los pensamientos de los alumnos de Seven Oaks, y así es como entran en complicaciones. Al igual que en su anterior película Metropolitan (1990), Stillman muestra en su cinta un grupo de jóvenes con problemas de personalidad que están a punto de perder sus objetivos.
Esta película contiene excelentes singularidades. Debo decir que hay contraste entre el vestuario, la música, la fotografía con respecto a la falta de disciplina literaria que tiene la historia. El vestuario es hermoso, preciso. La música es una de las herramientas que utiliza el autor para salvar su obra, pues es de gran reconocimiento en los años cincuenta, finalmente la fotografía se traduce a una sociedad en conflicto, donde se capta cada rasgo facial de los actores, aportando un lenguaje cinematográfico sensible. Cabe destacar que el comienzo de la cinta es perfecto, capta tu atención en los primeros 10 minutos y la verdad es que deseas permanecer en la sala.
Chicas en apuros está dentro del género comedia romántica. Por desgracia no reúne las habilidades para que pueda definirse en este género cinematográfico. Existen diferencias relevantes en su argumento, las cuales señalan las rebuscadas y diversas temáticas que plantea: el suicidio, machismo, el amor, la ayuda mutua. El filme propone ideales sin fundamento, y se transforma en una especie de serie televisiva, donde cada capítulo es tan diverso que pierde continuidad, sin resolver los conflictos.
Los personajes en su dirección y en el guión se compadecen de sí mismos, lo que desarrolla un sinnúmero de conflictos no resueltos y otros más resueltos de una forma inadmisible, ya que proyecta problemas sociales de su época, como la educación y diferencia entre los roles sexuales, desde una visión extraña, lo que hace pensar que el narrador es un desequilibrado, como en Juegos sexuales (Kumble, 1999), basado en el libro Amistades peligrosas (Pierre Choderlos de Laclos, 1782), donde se conserva la pelea entre los roles sexuales, educación y la posición social, como en Chicas en apuros pero desde una perspectiva incompleta.
Los conflictos pretenden solucionarse por medio de un baile que han propuesto las chicas, situación que se vuelve patética porque para entonces ya es un pobre intento de comedia musical que hace referencia a Fred Astaire, uno de los mejores bailarines del cine estadounidense del siglo XX, donde hay un elegante vestuario y una pésima coreografía, dando un giro incongruente.
Los personajes mantienen una personalidad patológica más que interesante y bien estructurada, es grotesca, como repartir jabones para curar las penas, aprenderse los colores del arcoíris pues no se lo enseñaron en el kínder, suicidarse desde un primer piso, entre otras tonterías. La dirección no consigue que sus actores, los cuales no son malos, mantengan el planteamiento que hace desde un principio: problemas de personalidad, una de las características que da desarrollo a la cinta. Igualmente proyectan giros insostenibles dentro de la trama, las actuaciones están dentro de la normatividad, nada extraordinario, buena imagen y trabajo.
En consecuencia, las raíces se encuentran ligadas a la moralidad de la edad media, donde los personajes tienen una ideología que no es lógica con su conducta, un guionista que persigue la literatura de un dramaturgo, en un plano fallido, con una historia inexacto. Chicas en apuros toca temas muy importantes y susceptibles para la sociedad pero no induce al análisis de la obra. Absolutamente un desenlace inesperado, sin exigencias hacia su propio arte.
21.02.13