por Andrés Azzolina
Existe cierta predisposición de algunos pueblos hacia tal o cual actitud. Los hay aguerridos, pasivos, distantes, enajenados, etcétera. En el caso de la localidad de Avión, Galicia, tenemos un lugar completamente conformado por emigrantes. En ese sentido es un pueblo ausente; en algún punto de sus vidas, la enorme mayoría de sus habitantes se han marchado.
Avión, el pueblo ausente (2012), documental de Marcos y María Hervera, comienza mostrándonos un espacio deshabitado en el que comprendemos ciertos rasgos culturales a partir de elementos que presenta en detalle de manera repetida. La arquitectura del lugar es peculiar tanto en su unidad como en su duplicación serial. Miramos imágenes de una calidad fotográfica notable a través de la cámara que camina como un viajero curioso pero no apresurado. De esta manera conocemos la atmósfera visual, grisácea por cierto, que envuelve al pueblo de Avión. Conforme avanza, la película se divide en cuatro capítulos bautizados a la manera de las estaciones del año.
Empezamos a ver y escuchar testimonios de una gran cantidad de los pobladores de Avión. Hasta aquí obtenemos un contexto, entendemos una parte amplia del asunto migratorio, sus especificidades y complejidad emocional. Pero es en este momento que las cosas empiezan a volverse turbias cinematográficamente.
El uso de la música, prácticamente omnipresente, parece ser un intento de manipulación constante de las emociones del espectador. Es como si la música pretendiera darle una densidad emocional al espacio, que quizá podría tener por sí mismo de no ser porque la propia película sabotea a la imagen. Por momentos da la impresión de que la misma obra tiene un impulso contemplativo subyacente, pero es reprimido con grandes esfuerzos, tapado con testimonios probablemente excesivos que juegan en contra de la fuerza potencial de la imagen, y a través de este estilo “coral†de reportaje, gran parte de la película se vuelve muy anecdótica e intrascendente.
Avión es un pueblo cuyos miembros, en su mayoría, han emigrado a México, y es este el punto más interesante de la película. Al parecer este lugar es una de las regiones más ricas de España, pues la mayoría de sus emigrantes vuelven con las fortunas que hicieron fuera, construyen casas nuevas y compran autos deportivos. Así se descubre una relación inevitable entre los gallegos y México, en la que se revela una cantidad de valores y se deja ver una filosofía clara.
La película toma una postura, claramente a favor de esta visión colonialista que tienen los habitantes de Avión al salir de su pueblo. Existe una concepción de la emigración como un mal necesario para hacer renacer al pueblo que, según los mismos habitantes, estaba en la miseria. En este sentido son una comunidad admirable por su determinación y capacidad de florecer. Sin embargo la idea que se tiene de México es bastante despectiva. El pueblo gallego se presenta hermético, si bien incorpora ciertos elementos de mexicanidad, es un claro ejemplo del regionalismo dentro de la globalización.
Los propios gallegos postulan que no se sienten mexicanos, aún en las segundas o terceras generaciones, y en ese sentido entendemos la actitud colonizadora en la que México es un espacio de explotación en el que el migrante se martiriza o sacrifica para poder hacer renacer el pueblo de sus padres y abuelos; incluso nos hace pensar en una ideología tremendamente puritana en la que la necesidad de florecimiento económico supera cualquier otro valor.
Si consideramos la predisposición de los pueblos, podríamos hallar claramente, a partir de lo que subyace en Avión, el pueblo ausente, que el pueblo mexicano es uno que permite la explotación de quien sea, con el único condicionante de que venga de fuera. Pero no me quiero alejar de lo que sí está en la película. Es a partir de la culpa, que surge el concepto gallego de “morriñaâ€, una especie de nostalgia ambigua característica del emigrante. La morriña es el sentimiento que define más bien la peculiaridad de la predisposición gallega: un sentimiento de anonimato y nostalgia geográfica que no se sacia con el estar en tu propia tierra.