En los últimos aƱos se ha vuelto una tendencia (o moda) realizar cine mexicano al estilo del llamadoācine minimalistaā, con la supuesta idea de que con esa fórmula se obtendrá el éxito internacional, ya sea en algún prestigioso festival, el reconocimiento de la crítica especializada o la oferta de poder filmar con un mejor presupuesto; sin embargo, como en todo, hay ocasiones en que se logra y en otras no.
Para dichos filmes siempre existirá el riesgo de pasar desapercibidos en la cartelera nacional. Su exhibición se torna difícil, sobre todo para un público cuyo inconsciente cinematográfico acepta todas las reglas y condicionamientos que impone el cine comercial o hollywoodense.
De ese cine minimalista se desprenden producciones como Japón, Batalla en el cielo o Luz silenciosa, de Carlos Reygadas; Sangre y Los Bastardos, de Amat Escalante; Norteado, de Rigoberto Pérezcano; Parque vía, de Enrique Rivero; A tiro de piedra, de Sebastián Hiriart, entre muchas otras.
Cuando nos enfrentamos con un filme como El sueƱo de Lú, descubrimos una cinta con ese toque minimalista, pero que logra el balance en su narrativa visual. El ritmo, los silencios, el montaje, la música, las pausas, las contemplaciones y demás recursos austeros de producción, convergen para hacer avanzar una historia que, de entrada, trata un tema muy desgarrador sin caer en el drama complaciente o la lágrima fácil.
El sueƱo de Lú, segundo largometraje de Hari Sama (Sin ton, ni Sonia 2003), narra los momentos de una mujer que pierde a su hijo de cinco aƱos a causa de un aneurisma cerebral; ella busca subliminar el dolor, así como la redención y paz interna. Después de un intento fallido de suicidio, Lucía asiste a una terapia grupal donde comparte sus experiencias con padres víctimas de la misma tragedia; es a partir del dolor vivido que el personaje evoluciona y renace.
La cinta está narrada en tres actos: Primer, Segundo y Tercer Movimiento de una partitura musical. El director nos sumerge al universo trágico e íntimo de Lucía. Su departamento de clase media se muestra con encuadres abiertos y acercamientos a su rostro. La mirada de nuestra protagonista, dirigida en primera instancia hacia el cielo, es en realidad la contemplación detallada del dolor y la desolación que habita en cada poro de su piel.
Por otro lado, se muestran los juguetes, ropa y objetos que guarda el cuarto del hijo ausente. Pausas, planos secuencias precisas y silencios nos envuelven en una atmósfera por momentos asfixiante, pero que también permite detenerse en el trance del que subyace, así como la introspección en el alma de una madre abatida.
El director utiliza sobriamente el manejo de la cámara, toma distancia de los hechos; sólo acompaƱa como un testigo que observa el comportamiento de una madre en pie de lucha por sobrevivir cada día. Las sesiones de terapia son manejadas en un tono semidocumental, acierto narrativo y verosimil que el director imprime con detalle para lograr la emotividad requerida, pero sin caer en excesos.
El sueƱo de Lú resulta ser un filme sencillo, pero no por ello falto de creatividad. Se despoja de los clichés dramáticos a los que podría sucumbir, pero por supuesto hay lágrimas, desesperación, confrontación, reconciliación y esperanza a través de un viaje catártico.
La última parte el filme se torna en una convivencia personal al lado del padre del infante, un trance esperanzador entre la espiritualidad y el recuerdo, motores de avance para Lú, quien nunca dejará ser la madre de su hijo, porque en sus sueƱos éste permanecerá para toda la vida, mientras ella continuará su camino.
Destaca la actuación de Úrsula Pruneda, intérprete de Lucía Alfaro, quien ha sido ganadora del Golden Globet a la mejor actriz del Décimo Quinto Festival Internacional de Cine de Shangai. En su actuación matiza cada escena, cada plano, tiempo y espacio el espíritu de varias constantes: tristeza y soledad.
10.03.13