por Julio César Durán
La gran gala de apertura, el glamour y el primer guiño que da la edición 2013 del festival de cine más importante del mundo, el Festival de Cannes, llega con bombo y platillo; para inaugurar esta fiesta que se muestra como exclusiva pero también como un punto de partida para muchas producciones internacionales, se presenta El gran Gatsby (Baz Lurhman, 2013)
Justo previo a la locura que se vive mientras su servidor escribe esto (debajo de mi ocurre la alfombra roja llena de gritos y tumultos), la función para la prensa de El gran Gatsby se vivio con la mayor calma en la gigantesca sala Debussy con no más de un cuarto de su capacidad ocupada, para después (como siempre) ver como la prensa huye del lugar apenas anunciados (no cuando han aparecido), los créditos de la película. La elegante sala que nos recibió con todo y las incomodas gafas de 3D no dejo nada que desear, la proyección de la película (perfecta, bastante lejos de la mejor exhibición de cadena de cines) fue la mejor parte del inicio nuestro viaje en Cannes.
La película sirve, tal cual, para tener una serie de imágenes en movimiento que hacen referencia directa (y fiel) de la gran novela de Scott Fitzgerald. El exceso y la grandeza de Jay Gatsby (DiCaprio, maduro en muchos aspectos) vistos por Nick Carraway (McGuire infantiloide en todo el filme), el omnipresente testigo del conflicto dramático, se notan poco a poco mientras vamos descubriendo los detalles del New York de los años 20 (algo lejanos de la obra de Raoul Walsh, por ejemplo). A partir de un misterio que rápidamente se devela, y que obviamente es el del protagonista que pone nombre a esta cinta, pasamos a un drama que nunca se logra cuajar: el imposible amor con Daisy Buchanan (bellísima Carey Mulligan) que se vio interrumpido por la guerra y por las circunstancias/conveniencias de una sociedad sin ninguna motivación que se regodea en el dinero hasta el hartazgo.
La reciente película de Lurhman se va a perder en el uso del 3D que no tiene nada que hacer aquí y que incluso, no solo se desperdicia sino que no se nota, ni siquiera en las escenas más estilizadas. Tal vez es gracias a ello que la historia se ve dividida en tratar de conocer al gran Gatsby -con todo lo que el realizador gusta desde mezclar la música pop contemporánea con el cine de época (la grandilocuencia visual)-, para después pasar al conflicto que no alcanzará a desarrollarse en los personajes y que dejará un sabor insípido en el espectador.
El filme es flojo, no llega a desplegar la tragedia ni el detalle de una narración que le ha valido a la obra un lugar importante en la literatura mundial. Gatsby, como protagónico, se desvanece un poco entre todos los elementos que se presentan, con un DiCaprio que en todo momento se nota como una re-hechura de la encarnación que Robert Redford hiciera en 1974 (que por cierto escribió Coppola); la heroína por su lado, parte fundamental del conflicto y provocador de todo lo que vemos en pantalla, pierde la fuerza que caracteriza a las mujeres de Fitzgerald y termina sin mucha empatía que digamos.
Lo rescatable, dentro de todo, es el diseño de los créditos, por un lado; por otro, una mezcla que se ve como un punto arriesgado y desafiante en el filme, pero que finalmente para Lurhman es no más que un detalle en su gran pastiche de música pop y estilización a todo lo que da: la reinterpretación del cine silente, imagen casi a 16 o 18 cuadros por segundo, que llega aquí no en blanco y negro sino a color, reproduciendo el principio de siglo con un toque que altera el granulo de la fotografía y que es la tercera dimensión. Sin duda, encantadores momentos de una obra que no llega muy lejos y que no termina por sostener el espíritu de la novela.
Así comienza Cannes, pero no olvidemos que el inicio es mitad mexicano, tras la alfombra roja y ceremonia de apertura con Gatsby y todo su esplendor, se exhibe la primera película en competencia: Heli (2013) de Amat Ecalante. No dejen de leer nuestra cobertura.