por Eric Ortiz
¿Qué se supone que tenemos que sentir los mexicanos después de ver 5 de Mayo, La Batalla (Lara, 2013)? ¿Orgullo? ¿Ganas de salir a celebrar el próximo 5 de mayo? Quien haya criticado alguna vez a Hollywood por hacer cintas donde los norteamericanos quedan como héroes, y ondea triunfante la bandera de las barras y las estrellas, deberá ser el primero en cuestionar la nueva cinta de Rafa Lara. Además se pueden encontrar algunas ironías: la cinta que celebra al “México libre†fue producida, entre otros, por Emilio Azcárraga Jean. Consecuentemente, el próximo 3 de mayo, 5 meses después del regreso del PRI al poder, los cines nacionales se llenarán con una versión telenovelesca de la batalla de Puebla.
Basta con imaginar a Kuno Becker en el papel de Ignacio Zaragoza. La participación del actor es, de hecho, mínima e insustancial, sin duda los principales problemas de la cinta son otros. Por más que el director diga que respetó los hechos históricos, 5 de Mayo: La Batalla será recordada, o mejor dicho olvidada, por tener en su núcleo un romance entre dos personajes ficticios. El problema no es la decisión de dramatizar una cinta histórica, eso es algo más que común –Ridley Scott, por ejemplo, le inventó un hijo a Richie Roberts en American Gangster (2007), y a pesar del enojo del mismo Roberts el resultado fue creíble y creó un conflicto interesante para el espectador–, el problema es que las escenas con dichos personajes no hacen más que restarle credibilidad a una película que, a pesar de un toque de humor voluntario, intenta ser algo serio y definitivo sobre la batalla de Puebla.
Hay que remarcar que estos engendros tampoco acaparan la película, pero sí tienen un rol importante, sí tienen continuidad, y peor aún, son los únicos con los que se crea un cierto tipo de conflicto dramático, aunque se resuelve de la forma más predecible. Él, Juan (Christian Vázquez), cuestiona el por qué ir a la guerra y morir por una tierra que no le pertenece. El argumento más decente de toda la cinta. Después decide regresar, ser un héroe, pelear por los motivos más obvios. Termina siendo tan vital como Ignacio Zaragoza para derrotar a los franceses y, en mi escena de humor involuntario favorita, prometiendo lo que sea con tal de ganarse a la chica, Citlali, (interpretada por Liz Gallardo), al más puro estilo del títere Gary en Team America(Parker, 2004), quien prometió nunca morir con tal de tener sexo.
Con todas estas distracciones es casi imposible pensar en lo histórico, lo cual tampoco se salva ya que en el filme todo es unidimensional. Los datos podrán ser precisos pero los franceses, por ejemplo, no pasan de ser mostrados como los típicos antagonistas planos (quienes por lo menos sí hablan francés). Benito Juárez, interpretado por el destacado Noé Hernández, es el simple personaje utilizado para reafirmarle los hechos a la audiencia –cada dialogo de Juárez prácticamente repite lo que vimos en la escena previa, y así Lara desperdicia a Hernández mientras parece que no confía en la capacidad de su audiencia.
5 de Mayo: La Batalla tiene la estructura de algo como 13 Assassins (Miike, 2010), donde la parte final es muy diferente al resto, mostrando una batalla de larga duración –aunque hablar del final de 13 Assassins es hablar de algo muy significativo. Por último, no es posible celebrar los “valores de producciónâ€, de lo contrario también tendríamos que sentirnos satisfechos con algo tan plano como 300 (Snyder, 2006), carente de esos momentos memorables. La nueva gran producción de Lara es en conjunto un drama poco convincente, sin mucho contenido, con datos históricos que pasan a segundo plano y, ultimadamente, menos acción que 300 – nada para destacar (o rescatar).
Cinco de mayo: salvando al general Zaragoza
por Isabel Ocadiz
La historia de México siempre ha buscado un espacio dentro de los medios de comunicación para recapitular todos esos momentos en los que nuestro país luchó por la libertad, pero ha sido muy difícil que nuestro pasado pueda colocarse exitosamente dentro de la industria, quizá a falta de presupuesto o equipo que sólo logra que el público y “los críticos†se percaten de que hacen falta efectos especiales y recursos.
Esta vez le ha tocado ese sino a la película de Rafa Lara, y es cierto que está muy lejos de parecer el filme hollywoodense que pretende ser, además de que la intervención de Emilio Azcárraga la desacredita porque la eterna pelea entre melodrama y cine ha dejado a Televisa como una empresa que se dedica al entretenimiento para una parte de la población que parece desinteresada en el arte, no obstante ser una de las televisoras con más capital y de las únicas que se ha preocupado por llevar a la pantalla series o telenovelas de tipo histórico.
Colocar en el papel de Ignacio Zaragoza a Kuno Becker, uno de los talentos consentidos de la televisora, puede ser, de principio, un error, porque el problema de actores de telenovela es que siempre son recordados como los "príncipes azules" de las historias. Así que difícilmente su esfuerzo puede ser reconocido dentro del cine, sin embargo su interpretación es excelente, se nota que el actor ha crecido profesionalmente, pues ha dejado la técnica actoral de principiante y da vida a un personaje que si existió, gran reto dentro de su carrera profesional que consiguió remontar.
Propongo ir más allá del error cinematográfico y el melodrama. A películas como 5 de mayo debemos reconocerla, por principio, porque el público masivo que asiste a las salas de cine puede aprender de aquella época, ya que son pocas las personas que saben bien a bien fechas y personajes de nuestro propio pasado histórico.
Por ejemplo, la aparición del general Porfirio Díaz y las escenas sangrientas y crueles que refieren a la esclavitud que aquejaba a México colocan a este tipo de cine en un entorno didáctico, escolar. Muy lejos de un documental, una pieza de arte o de simple batalla hollywoodense, es una película que puede reflejar momentos históricos importantes, fácil de comprender, y que sólo busca dejar constancia y enseñanza para las nuevas generaciones, causa que, creo, rompe con el esquema de un ciento de personas que ha hecho trizas el filme, pues es como negar que en el cine también se puede verter nuestra propia identidad.