por Amado Cabrales
Arrastré mi cuerpo a la sala de cine. Mi instinto y mi mala fe en el cine hollywoodense me auguraban dos horas de clichés al infinito y aburrimiento más allá de lo humanamente posible. Ahora me alegro de que mi instinto anti Hollywood, al menos en esta película, haya estado equivocado. Dejando de lado las garras afiladas de la crítica mordaz fue que me entregué al niño adicto al cine de acción que vive en mí, disfrutando de una buena película de “fin de semana” (sí, como adjetivo).
La secuela de Star Trek (Abrams, 2009) es una película entretenida, lo cual deja un buen sabor de boca al salir de la sala. Como continuación de la labor de llevar a la mítica saga televisiva (y claro, cinematográfica) a las nuevas generaciones, la película de J.J Abrams realiza un trabajo destacable.
El desarrollo de los conflictos e historias personales de los personajes son llevados a buen puerto, están muy bien resueltos; el peso de la película recae en la relación entre el Capitán Kirk (Chris Pine) y el Sr. Spock (Zachary Quinto), en el eterno juego e intercambio entre las personalidades apolíneas y dionisiacas, donde cada una de ellas hace un intercambio de valores y convicciones para dar un equilibrio y un final feliz en el que cada protagonista aprende del otro. En términos mas coloquiales: por un lado, Spock aprende a romper el estricto código vulcano y de paso a patear traseros; por su parte, Kirk se pone lógico y antepone el bienestar del grupo en detrimento del individual. Fórmula (dicho sea de paso) constantemente utilizada en el cine, sobre todo en las películas policíacas de pareja.
El argumento se desarrolla desde un principio con intensa acción, con un impresionante despliegue de efectos especiales donde la tensión es constante. La fotografía de Daniel Mitchel, con amplia experiencia en el cine de acción, lleva a buena resolución estas escenas cargadas de adrenalina. El villano, Harrison (de interesantes y complejas motivaciones, pero con planes de venganza faltos de imaginación), es interpretado por Benedict Cumberbatch, quien se devela como un personaje de antaño en el universo trekkie en el segundo giro dramático de Star trek, en la oscuridad (2013), lo cual añade un elemento nostálgico a la película, de por sí plagada de referencias a otros filmes de la franquicia. Este adversario está por demás a la altura de la tripulación del Enterprise y del aguerrido Capitán Kirk, que en el despliegue de su personaje, permite la presencia de un antagonista bien desarrollado, el cual, por momentos, hace dudar tanto a la tripulación como al espectador de sus reales intenciones.
Sin grandes cuestionamientos sobre la relación hombre-progreso y su infinita extensión a los confines del universo, Star Trek, en la oscuridad nos concede un momento de distracción, plagada de emoción, con un giro dramático agradable, por así decirlo, llevando a el espectador a esa industria de fantasías y emociones que es el cine gringo de alto presupuesto.
12.06.13