por Verónica Mondragón
Imaginar una mega ciudad monstruo que para subsistir debía aterrar a niños y conseguir energía con la intensidad del grito de su miedo dejó ver la originalidad que distinguió las primeras obras de Pixar hace 12 años. Hoy, conservar esa originalidad, es ya un desafío. Y lo fue desde 2005, cuando los productores de Disney-Pixar decidieron lanzar la segunda parte de Monsters Incorporated (Docter, Silverman y Unkrich, 2001).
Aunque no puede recordar desde cuándo, Mike siempre ha soñado con convertirse en un campeón asustador, y fomenta la cultura del esfuerzo para conseguirlo: domina las teorías, artículos especializados y tecnología del oficio del susto. Mientras, Sulley parece tener la vida resuelta por nacer en una familia de campeones del miedo. Sus diferencias los hacen odiarse, aunque compartan todas las clases.
Un intenso examen sorpresa con la siniestra decano Hardscrabble les da algo un común denominador después de un semestre cursado: están expulsados del programa de sustos de la Facultad. Desde ahora deben demostrar su talento como asustadores, o al menos descubrirlo. Haciendo el ridículo frente a toda la Universidad, eligen inscribirse en las Sustolimpiadas, la competencia entre fraternidades con pruebas de rendimiento y astucia que cualquier asustador ordinario puede superar. Un reto para Mike y un pan comido para Sulley.
Los pocos y, por decir lo menos, excéntricos amigos que han ganado se convierten en su equipo en la contienda, se afilian con los nada populares, obesos y locuaces seres de la fraternidad Oozma Kappa (OK), conquistados por el carisma del pequeño verde de un ojo.
En medio de los avatares amistosos, surgen las primeras contradicciones de la precuela, más apurada por reconciliarse con antiguos personajes como el hostil Randall, hoy Randy, un estudioso que tan pronto gana el respeto de los más rudos del colegio obviamente desarrolla el odio a Sulley, para empezar a cuadrar. En la escuela a la que soñó entrar Mike existen los populares, los nerds, los hispters, las rubias porristas, pero sólo un maestro y una emérita, ¿se trata, entonces, de una universidad de bajo perfil en la que, menos mal, repiten créditos Víctor Trujillo y Andrés Bustamente dándole voz a los monstruos?
En Monsters University, Dan Scanlon nos deja su abundante estilo colorido, como si se tratara de un programa de televisión para bebés. El director de arte de Cars imagina una Monstruópolis más juvenil, fresca, pero también sobrecargada de tonos, escenarios, anécdotas mínimas.
Además, en este nuevo mundo, los niños carecen de toxicidad. Los monstruos pueden entrar e intercambiarse de mundos sin el menor riesgo. Eso dejaría sin trabajo a la Agencia de Detención de Niños (DNA por sus siglas en inglés), pero los gritos siguen generando energía, el terror de niños que despiertan de repente sigue siendo el soporte de la ciudad. Mike es más y más ingenioso y Sulley necesita ganar la confianza que años después le sobrará como campeón asustador.
Monsters University es desde hoy parte de la serie de largometrajes animados para niños del eslabón Disney-Pixar, que compite con la cinta antecesora que, además, ganó un Oscar (mejor canción) y dejó un rastro de 526.9 millones de dólares en ganancias.
Quede, como una advertencia curiosa lo que en 2011 Disney filtró sobre la realización de una segunda parte de Monsters Inc. que, probablemente se trate de un posible próximo capítulo en la vida de Pixar: Sulley abre la puerta de Boo para darle un regalo de cumpleaños, pero descubren que la bebé años después se cambió de casa. James (o Jimmy, como cuando está en la Universidad) propone buscarla por el mundo humano, mientras que Mike quiere volver a su ciudad.
21.06.13