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Retrato íntimo

Llega Claude Miller, de manera póstuma, a la cartelera mexicana y parece que consigo trae algunos problemas de apreciación entre críticos.


Thérèse Desqueyroux y su tambaleante estructura literaria


por Isabel Ocadiz


Antes de su muerte, en abril del año pasado, el director francés Claude Miller se empeñó en adaptar una de las grandes novelas de François Mauriac, escritor que recibió el Nobel de Literatura en 1952, para materializar en la gran pantalla su filme Thérèse Desqueyroux, que en México lleva el nombre de Retrato íntimo (2012).

El contenido de la obra literaria es psicológico, logra transmitir la conciencia de cada uno de los personajes, sin embargo, se debe pensar muy bien antes de llamar pieza a una obra literaria. En este caso, la adaptación de Miller inicia con un despropósito: la historia tiene un orden cronológico de pasado a presente, lo cual Mauriac muestra de forma distinta en el libro, y deja en claro que carece de elementos narrativos para generar la tensión dramática requerida en los primeros quince minutos.

La historia transcurre dentro de la vida de Thérèse (Audrey Tautou) y no hay algo más que llame la atención. Todo está centrado en los personajes, pero ellos no hacen nada. Nada sucede. Así pasa de la etapa infantil a la adolescencia y los espectadores siguen aguardando a la tensión.

Después de un arrastre de 45 minutos donde observamos la belleza de Tautou, sin más –solo existen planos de fotografía estéticos y congruentes con los acontecimientos–, parece dar comienzo lo que hemos estado esperando: el conflicto de la historia en complicidad con los personajes. Encontramos un gran esfuerzo de Tautou por dar vida al guión, no obstante Miller falla con un guión en estado de “borradorâ€, pues la sensación que el mismo elenco expresa es que “ahí falta algoâ€.

Esta cinta francesa, que clausuró el festival de Cannes 2012, es cine de autor que contiene una maravillosa muestra de cómo un gran director puede desacreditar una novela psicológica. No hay un cuadro comparativo con dicho género, la adaptación carece de monólogos que en la novela de Mauriac están presentes y que intenta representar por medio de expresiones faciales y silencios (una total equivocación), pues lo único que comprueba son los espacios en blanco para realizar una adaptación literaria, pese al exquisito contenido que revela la tentadora historia: Thérèse es objeto de indiferencia marital.

Una singularidad con la que se mueve el personaje literario es el sinnúmero de monólogos internos acerca de la felicidad. Lo más cercano a ello en la película es una carta que escribe para su cuñada, Ann.


Retrato íntimo contiene una amplia gama de cambios, sin duda, la más limitada expresión de la conciencia. Es válido que en la adaptación cinematográfica se haga una transformación del género, sin embargo da la impresión que Miller deseaba llegar a las grandes ligas bergmanianas: lamentable, pero cierto.

El existencialismo dentro del cine es un terreno psico-filosófico que parte de una estructura de guión. Los seguidores de Bergman podrán darme la razón, así tengo la osadía de argumentar que aquellos que desdeñan a Ingmar son los que no se atreven a ver más de una hora de alguna de sus obras, pues en esa percepción de “nada sucede†sucede todo y los receptores de los mensajes de comunicación, es decir nosotros, son expuestos a su miedo de enfrentarse con ese monstruo del verdadero significado de la vida. Cobardes aquellos que no se atreven (¿o nos atrevemos?) a ver el cine de Bergman y valientes esos que aguantan a Miller.

Las situaciones van tomando forma cuando la protagonista se encuentra inmersa en un mundo cognitivo de frustración y tristeza: envenena poco a poco a su marido mientras va en busca del verdadero amor de su cuñada y los aleja para siempre con sus intrigas, aunque en la película no sabemos cuál es la motivación para tal locura.

No importa mucho la buena actuación de Tautou porque la mayoría del tiempo estamos comparándola con su Amélie (Jeunet, 2001). La dicha de la escena dentro de la cafetería (llena de los silencios de una mesera enamorada), y la desdicha de percibir a la actriz francesa en ese silencio (Thérèse, por supuesto), en todos los espacios de su casa, que de ser un monologo interno en el texto, nunca sabemos de qué va en la pantalla. En consecuencia, la tensión dramática se pierde nuevamente y surge un listado de dudas acerca del proceder de los personajes, los cuales no evolucionan durante el par de horas.

La caída es aún mayor, acercándonos al final, pues nunca llega esa adrenalina que nos da la sensación de que todo ha terminado, es tan inesperado y al mismo tiempo tan neutral que ocurre como “una palmada en el hombroâ€. Nunca tenemos nuestro premio de consolación, pues la última escena (como bien me confesaron), es la copia exacta de la escena de Closer (Nichols, 2004), donde Natalie Portman se encuentra con Jude Law.

La novela del Nobel tenía miles de herramientas para dar lo mejor de sí dentro del cine francés, Miller no lo consiguió. Retrato íntimo se convertirá en un debate de los críticos entre lo visible y lo invisible, lo verosímil e inverosímil, una cinta perfecta para eso. Definitivamente es una película que se recomienda para valorar a los demás autores existencialistas.


25.07.13

Isabel Ocadiz


Directora y escritora, cómplice de la ensoñacion y la poética que generan 24 imágenes por segundo.....ver perfil
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