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Hasta el Sol tiene manchas

por Andrés Azzolina

 

 

En 2011, el Foro de la Cineteca trajo una película llamada Las marimbas del infierno, un híbrido “docuficción-ero” contemplativo guatemalteco, que al momento de verla me pareció una maravilla. Hoy, su director, Julio Hernández Cordón, vuelve a las pantallas mexicanas con un trabajo que deja atrás la mayoría de las líneas estilísticas con las que había trabajado anteriormente. Hasta el Sol tiene manchas (2012) es una película atrevida.

 

Habría que empezar (y terminar) por decir que la película es un gran juego, y que la actitud lúdica es fundamental para abordarla. Un puñado de personajes dibuja en las paredes de Guatemala lo que se convertirá en el espacio en el que se desarrollará una trama desquiciada. La película consiste en una serie de espacios bidimensionales habitados cada uno por sus propios personajes. Conforme la película avanza, los personajes transitan los espacios que les son ajenos, articulando así uno con otro hasta formar una red.

 


 

No se puede dejar de mencionar que la mayor parte de la película maneja un monocromático en amarillo. La razón de esto es simplona, pero es de las grandes ocurrencias de Hasta el sol tiene manchas, así que no lo repetiré por escrito (está explícita por el director).

 

Después de esto, solo queda el juego. La trama episódica apenas traza comentarios baladíes y bobos acerca de la política, el sexo, el amor, la violencia y el cine. El juego del espacio y la simpleza de la trama resultan en un gran chiste local. El juego se vuelve parodia, y en ese sentido la película tiene un par de cosas a la vez molestas e interesantes. Es un “todo se vale” tan desobligado, una supuesta transgresión al mismo tiempo radical y sumamente light, que pasa a ser un “todo es estúpido”. Son estúpidos los personajes, las situaciones, la necesidad de filmar y la necesidad de ver. Es una parodia de la vida y la representación.

 

Es importante hacer notar los momentos en los que la narrativa cambia, cuando pasamos a ver  las entrañas de la película. Imágenes del director cargando un tripié, platicando con el sonidista, etcétera. Se leen también sus reflexiones, una especie de confesión íntima. A nivel personal, tales confesiones me saltan con un cierto aire de soberbia, como si el director se estuviera esforzando un poco de más por hacer una película “rara” o “experimental” (en todo caso no lo es). Para tener una mejor idea, confróntese el cine de Pedro Costa.

 

Por último, no creo que venga al caso hacer un juicio devalor al respecto, en todo caso creo que es una película problemática en la que el espectador tiene que decidir si la odia o entra al juego a divertirse. Prefiero exhortar al lector a que comparta sus opiniones. 

 

08.08.13



Andrés Azzolina



Estudiante del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos. Hizo un corto a los quince años en el que actuaba como él mismo comiendo mermelada de una carreola en el bosque de Tlalpan. Sabe que nunca volverá a hacer algo tan bueno, pero no le molesta.....ver perfil
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