por Arantxa Sánchez
Prender el encendedor, jalar, aspirar, contener el humo, soltarlo suavemente para que la lengua sienta el placer, cerrar los ojos, suspirar, pensar en todo lo que se ha dejado atrás para poder repetir esta operación una y otra vez. La maldición de Luisa, la soledad de Luisa, la adicción de Luisa en los paraísos artificiales.
La cineasta mexicana Yulene Olaizola presenta su película Paraísos artificiales (2011) con la historia de una joven que, para poder enfrentar su adicción a la heroína, se aleja del caos para escabullirse en una zona alejada de Veracruz y encontrar un punto de equilibrio en compañía de Salomón, un habitante del lugar que tiene adicción a la mariguana.
Con atmosferas frías, grises, tristes, de permanente mutismo, la película logra apostar por un cine que se concentra en las emociones que causan, paradójicamente, la inmovilidad de los planos abiertos y de larga duración. Así, con pocos diálogos, se presenta el día a día de la protagonista y las experiencias en un lugar lleno de hastío y espera.
En 2009 Olaizola presentó su tesis documental Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, recibiendo alrededor de 28 premios internacionales. Con Paraísos artificiales como segundo proyecto cinematográfico, inicia un dejo de cine experimental que comparte con el espectador una nueva forma de reflexión entorno a temáticas tan exploradas como explotadas. Una propuesta interesante dentro del cine mexicano que abandona sin problema la delgada línea de la pretensión y el talento.
Como punto de quiebre, esta película se ama o se odia. No hay puntos medios. El alejamiento de los parámetros convencionales en el cine en Olaizola puede ser un reto para el espectador: el trabajo con personas y actores, la mezcla entre el guión y la improvisación, la combinación entre documental y ficción son elementos difíciles de digerir.
De esta manera, pareciera que hay una doble función entre la realidad del producto y la realidad del publico, elementos arriesgados que juguetean entre la verdad y la invención: la familiaridad con las personas que no son actores, los testimonios vivos que van de un lugar a otro. Sin duda, la directora tomó peligrosamente de fusionar elementos aparentemente distantes dentro de la construcción cinematográfica.
Realizada como una película de bajo presupuesto, la naturalidad entre cada corte, entre cada escena, toman la dirección de una puesta en escena sincera, espontánea, franca. El experimento de trabajar con los pobladores del lugar e integrarlos a la realidad de su ficción le sirvió como acomodo e integración de la historia: Luisa no está sola, la soledad de la adicción se reconstruye con Salomón y en esta integración, la familiaridad y la cercanía del tema en la película se hacen presentes.
Por su lado, el complemento casi fundamental en la película es el realizado a través de los sonidos. Con un trabajo en sonido directo por Federico González, música de José Miguel Enríquez, y el diseño sonoro de las manos de Emiliano Motta y Emiliano González de León, todas las atmosferas recreadas cobran una crudeza que añade sentido a la forma en que Luisa y Salomón perciben el mundo de la adicción.
En palabras de Olaizola, Paraísos artificiales ha tenido buenas criticas, una aceptación del publico joven por haberse presentado en la primera edición de FICUNAM en 2011 en donde se reconoció el proceso intimo de producción y quizá, admirarse que lo circunstancial es lo que añade ímpetu a la historia.
Paraísos artificiales no es una historia de superación, de enseñanza, de logros o del virtual abandono de una adicción, la película es todo aquello que no se dice sobre la heroína y la mariguana. Es un tratamiento íntimo y casi tradicional, inocente quizá de cómo un adicto sobrelleva su realidad.
¿Cuántas veces no hemos leído, visto y escuchado sobre la drogadicción? Todas las implicaciones se dirigen hacia imágenes de miseria y podredumbre, del horrible destino, de la mala suerte, de la violencia y la jerga mexicana. Mil historias aquí, mil historias allá, miles de tratamientos que apuntan hacia las referencias sencillas que se hacen en la película.
Apoyada por la Hubert Bals Fund y el Tribeca Film Institute, la película se estrenó en febrero de 2011 en el Festival de Cine de Rotterdam para hacer un recorrido por festivales y premiaciones como el de TRIBECA y Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC). El proyecto de Olaizola se ha destacado de manera discreta, tímida, sin el reconocimiento necesario para los inicios de una cineasta que promete más e interesantes lecturas de la condición humana.
Como parte de un “reestreno” de la película y antesala de su tercer proyecto cinematográfico (Fogo, 2012), Paraísos artificiales se estará presentando en las salas de la Cineteca Nacional.
10.08.13