por Paola Parra
Cierto es que Dragon Ball es una referencia cultural firme de las últimas tres décadas. Nostalgia de masas de nuevos adultos que se desprendieron del carácter de infantes en compañía de la serie televisiva. Hito de productos similares, que aseguraron su existencia al retomar formulas narrativas y de argumento distintivos de este. En fin, material que sigue dando de sí.
El 2013 es el año en el que ilusiones de millones de fanáticos se cristalizaron: Dragon Ball vuelve para regalarles un momento de felicidad pura. Akira Toriyama, después tanta insistencia neurótica de los seguidores, decide prolongar el encanto y el material de discusión con La Batalla de los Dioses (Masahiro Hosoda), cinta de estreno en las salas de exhibición mexicanas. Dicho filme será el tema a tratar en este texto, pero no se equivoque lector, acá no se hará una revisión de fanático agradecido, se pretende, en todo caso, hacer una crítica desde el espectador desprendido de afición, cuyo conocimiento de la serie se limita a un, digamos, 50% del total datos duros verificables. Si precisa, tome esto como una advertencia.
El espectador “no dogmático” pasará revista a partir de sutiles inducciones a la biografía de los personajes principales, detalle que hará de la historia algo digerible. Comprensible en la medida de lo necesario. No requiere aprenderse todos los nombres, después no los va a ocupar. No se preocupe, es más, se lo voy a demostrar:
La película comienza con el personaje principal, el ingenuo Son GokÅ«, que desprendido de preocupaciones, disfrutando del ejercicio físico busca emociones fuertes, enrollase en un combate que le permita poner en práctica sus conocimientos y cualidades de pelea. En ese afán se encuentra con la breve presentación de quien será el hipotético villano a vencer. Uso el término “hipotético” pues, Bills, el dios de la destrucción, es desde el inicio una entidad bastante agradable, en ciertos instantes batuta de la narrativa, protagonista de hilarantes momentos que hacen de la cinta algo verdaderamente disfrutable, y quien, por gracia de su “repentino” despertar bondadoso y su loable empresa moralizadora, es posible el, siempre, obligado e inevitable final feliz.
Bills en compañía de su aparente cómplice de travesías, posteriormente develado mentor de incalculables poderes, va en busca de saciar caprichosa duda destructiva que le aqueja nacida de una premonición: ¿existe un Dios Saiyajin? Él quiere verlo, saber cómo es y, por supuesto, luchar con esa deidad para restaurar su poder adormecido durante décadas. De este modo, tiene su primer contacto con un Gokú a quien derrota después de darle dos soplamocos bien metidos en un duelo amistoso. El desasosiego lo enerva, su pregunta no fue contestada en ese instante, deberá partir a la tierra a averiguar dónde se esconde ese “dios” por todos desconocido. De este nudo de la trama, la vida de la tierra pende de la falta de control de ira que Bills sufre, los carismáticos personajes contextuales tendrán que conseguirle lo que pide y para eso habrá que pasar por cómicas, cursis y entrañables peripecias.
La película es llevada de la mano del humor absurdo e inocente, mismo que le recordará al inexperto, sin duda, que está viendo un producto cuyo fin de entretenimiento es bien logrado. Así, las secuencias durante los primeros cincuenta minutos resultan bastante divertidas, siguiéndoles otras cuya fuerza derrapa, dejando entrever una conclusión forzada, empapada de lugares comunes. La cinta que prometía un final para contarse termina, lánguida de sorpresa, meramente reconfortante.
La esperada Batalla de los Dioses aprieta pero no amarra. No es descartable verla movido por el morbo, por solidaridad con los creyentes de la religión Dragon Ball, por pura cultura general. Este filme, es infalible, pasará a la historia, pero no por su calidad, si no salvada por su cualidad de acontecimiento cultural específico. El público inexperto no la va a pasar mal si osado acude a las salas de cine a indagar, debes saber que su desconocimiento de detalles minuciosos sobre la leyenda del casi invencible GokÅ« le prohíbe construirse expectativas complejas respecto al filme. Este tipo de veedor debe limitarse a divertirse, no hay, definitivamente, posibilidad de decepcionarse más de lo debido. Eso, en todo caso, déjenselo a los amantes de cepa, a ver si se atreven. Yo no lo creo, porque si algo nos han enseñado los años, es que los fans de GokÅ« son files hasta la muerte.
26.09.13