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El paciente interno: el antihéroe desconocido


por Fco. Javier Quintanar Polanco

 

El 5 de febrero de 1970, un perfecto desconocido atenta contra la vida del presidente en funciones, Gustavo Díaz Ordaz, mandatario trístemente recordado por ser el principal perpetrador de uno de los genocidios más brutales en la historia del México contemporáneo: la masacre de Tlatelolco.

El autor de esta agresión responde al nombre de Carlos Castañeda, y posteriormente afirmaría que su motivación fue vengar a todos los jóvenes que murieron el 2 de octubre. Como todos sabemos, Castañeda no logró su cometido y fue sometido por la autoridad. Lo que pasó a continuación fue un claro ejemplo del uso del aparato estatal en contra de un individuo con fines revanchistas y represivos. De esto da fe el documental El paciente interno (2012), del egresado del CUEC, Alejandro Solar Luna, quien se dio a la tarea de investigar y exponer los acontecimientos de aquel día y lo que ocurrió después de que el fallido magnicida fuese capturado y ocultado a la vista de la opinión pública

La primera sorpresa del documental, es descubrir que Castañeda sigue vivo, y que actualmente vive como un clochard cualquiera, vagando y mendigando por las calles de la Ciudad de México, pasando las noches durmiendo en las fachadas de diferentes edificios o en diversos albergues para indigentes.

¿Cómo paso esto? ¿Dónde estuvo todos estos años? ¿Cuándo y cómo fue liberado? ¿Qué pasó durante su encierro? ¿Castañeda tenía familia? ¿Qué fue de ella? y sobre todo ¿Cómo fue que logró sobrevivir a la represalia por su acción? Estas y otras preguntas son respondidas no solo por el mismísimo Castañeda (quien fue hallado por el director casualmente, mientras realizaba indagaciones para la película), sino también por diversas personas vinculadas al caso, tales como Gustavo Castillo (el periodista que publicó una serie de reportajes donde difundió esta historia); Norma Ibáñez (la abogada que se encontró con el caso de Carlos, y que jugó un papel importante en su liberación) y algunos médicos y enfermeros del hospital psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno que atendieron a Castañeda durante su reclusión.

Es a través de estos y otros testimonios desde donde vamos aproximándonos a la personalidad y modo de pensar de Carlos, por un lado, y así conocer los sentires y motivaciones que le empujaron (cual si se tratase de una versión nacional de Travis Bickle) a intentar asesinar a un político con un arma de fuego. Se establece que el personaje era un fervoroso creyente obsesionado con la historia de los cristeros y con un leve complejo mesiánico, pero que nunca había manifestado una conducta antisocial, agresiva o peligrosa hasta el día del atentado. Lo que es más, al escucharle hablar en el filme, Carlos deja ver cierta lucidez y seguridad sobre lo que piensa y sobre sus acciones pasadas.

Sin embargo, tras arrestarlo, interrogarlo y torturarlo, el Estado mexicano decide, sin realizar un juicio y prácticamente por decreto; declararlo mentalmente incompetente y encerrarlo en una clínica psiquiátrica, en un búnker construido exclusivamente para él, donde se encontraba en vigilancia constante y aislado del resto del mundo… una insólita prisión dentro de otra prisión, donde queda confinado por varios años, bajo medicación, menguando física y mentalmente. Pero eso no es todo: tanto las pesquisas periodísticas como las legales revelan que no existe un expediente como tal del caso Castañeda. Lo que es más, no hay acusaciones legales ni seguimiento del proceso en su contra. Se le tuvo encerrado únicamente porque así se ordenó.

Todo lo anterior queda como evidencia de que el Estado usó, en contra de Carlos, su aceitada maquinaria burocrática y represiva de la que echa mano cuando necesita deshacerse de aquellos que le cuestionan o desafían. El caso de Carlos Castañeda se hace ecos en los de miles de mexicanos más que fueron encerrados, asesinados o simplemente desaparecidos por un régimen autoritario que no toleraba críticas ni cuestionamientos de ningún tipo –y mucho menos un abierto desafío como el que este personaje llegó a encarnar. Tal vez por esto, en lugar de matarle, deciden mantenerle con vida, para cebarse en su tormento y quebrar su (ya de por sí frágil) psique, en una clara y pura manifestacíon de vileza, rencor y venganza.

El paciente interno es una voz que nos habla sobre los horrores a los que un gobierno esta dispuesto a llegar para acallarle, una voz que nos estremece con un relato doloroso sobre las oscuridades en que la mente humana puede sumergirse, una voz que nos conmueve con un personaje que logró conservar (dentro de lo que cabe) cierta dignidad y libertad que el Estado trató de arrebatarle en castigo por su acto. Pero sobre todo, es una voz que se une al coro infinito que clama por una explicación de lo acaecido en esos años, por la verdadera justicia y reivindicación, de un suceso que sigue siendo una asignatura pendiente para los gobiernos que fueron, son y serán.

 

02.10.13



Fco. Javier Quintanar Polanco


Comunicólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Editor del fanzine independiente A.T.P. de 1987 a 1992. Actualmente, es colaborador en las publicaciones electrónicas Revista Cinefagia y El Patas.Net. ....ver perfil
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