por Faune I.
El viernes pasado comenzó a exhibirse en el DF una ópera prima del CCC, del director Hatuey Viveros, llega a las salas Mi universo en minúsculas (Viveros, 2013), y cuando ves el póster de una película, le das una lectura inmediata, para eso están hechos. Si nos remitimos a las pruebas, sabemos de antemano, de qué va la película; una chica de algún otro lado que está en México en busca de algo. No sé qué lo hace más obvio: la pinta de backpacker o la mirada dirigida hacia el infinito.
Y si de esa lectura rápida, ya sabemos, en apariencia, "todo". ¿Para qué comprar un boleto? Sobre advertencia no hay engaño, acuérdense. Las películas siempre cuentan dos historias, la explícita, que es evidente tras conocer el conflicto, y la encubierta, que es la que realmente nos quieren contar. Así se desarrolla este filme, entre la historia aparente y los múltiples escenarios cotidianos que, con su encanto velado, nos relatan historias en una mirada.
Desde la primera toma, un travelling aéreo, nos preparan para ser espías de la historia de Aina (Aida Folch). Nosotros, de este lado de la pantalla, estaremos acompañándola en su travesía, encontrando lo que no busca y buscando lo que no encuentra. Es fácil sentirse anónimo en una ciudad tan grande, una hormiga en hormiguero con deseos, sueños y esperanzas, que, con tomas subjetivas y aéreas, toman su justa dimensión, al lado de más de ocho millones de habitantes.
Es interesante el desarrollo de la historia, cómo los personajes se cruzan en el camino de Aina, y ella los hace parte de su vida. Es interesante hasta que sientes que toda la película se vuelca hacia un soliloquio donde todos (los personajes) y todo, es pretexto para que la protagonista hable de lo que siente. Claro, hay secuencias memorables, donde no tenemos que escuchar a la protagonista hablar de su proceso ¡la vemos! Acciones envueltas en una atmósfera familiar, que no hacen más que sacarte una sonrisa cálida, evocando la memoria.
Cada día en el DF es una nueva manera de verlo. En ese sentido, la fotografía logra meternos en, lo que creo, son los deseos del director: interpretar el título de su obra. Mi universo en minúsculas utiliza todos los recursos a su alcance para que nuestra atención se mantenga a cuadro, esperando más, queriendo ver lo que ven sus personajes, aunque estén en lugares tan comunes como el microbús o una calle concurrida.
La presencia de Diana Bracho en películas mexicanas (independientes) es cada vez más común, pero algo parece habérsele olvidado: actuar. Hace rato que cada que veo a la Bracho, por más que le escriban un personaje complejo, no puedo ver el personaje, sólo veo a la persona repitiendo diálogos mientras la cámara hace lo suyo. Lo mismo sucede en esta película.
Finalmente algo que no le va bien, y no le va bien a ninguna otra película que no sea Citizen Kane (Welles, 1940), creo, es su apuesta por predisponer el set como si fuera una obra de teatro. Si estamos viendo una película tan personal, no es momento de hacernos sentir "la cuarta pared". Pero, aún así, me alegra que el director-escritor haya concebido personajes no convencionales, adaptados a la vida contemporánea.
La película está clasificada dentro del género "aventuras", y efectivamente, es una aventura descubrirse en medio del placer de lo sutil. Si van a verla, vayan preparados y déjense sorprender por la historia detrás de lo aparente.
20.11.13