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Detrás de las risas

por Ali López

 

Con el estreno de la cinta El Payaso del Mal (Clown, Jon Watts, 2014) es inevitable pensar en la relación que han tenido estos personajes con el cine. Para la gran mayoría, por lo menos de mi generación, hay un referente obvio: Pennywise, el payaso maldito que asolara la comunidad de Derry, Maine, tanto en la novela IT de Stephen King, como en la mini-serie homónima dirigida por Tommy Lee Wallace. Una pequeña producción televisiva, sin bastantes cualidades ni aspiraciones que, repentina y sorpresivamente, se convirtió en una obra de culto. Y claro, hay que decirlo, ESO no es cine, pero ha pasado de la pantalla chica a la grande, donde se ha proyectado las más de las veces, con su formato único, que le da una duración de casi 3 horas,  y no separada en 2 capítulos, como se estrenó originalmente. Gran parte de éste éxito se debe a la extraordinaria caracterización, y mucho mejor performance, que hiciera Tim Curry del payaso come niños.

Dicen los que saben que los payasos nos horrorizan por esa condición parecida a la humana, de rasgos identificables, antropomorfos, pero que resultan ficticios e irreales. Un humano que no lo es. Una sonrisa permanente, ojos enormes, cuerpos deformes, puntos de identificación que nuestro cerebro debería asimilar. Habrá quien no le tema a los payasos, pero no hay, me parece, a quien no le fascinen. Quien no se vea deseoso de saber que hay detrás del maquillaje, de la decisión de montar un personaje que siempre debe demostrar alegría (porque sabemos que nadie puede ser así).

Ahí están los ejemplos de los míticos Joseph Grimaldi, payaso de oficio que tuviera una condición depresiva y una trágica vida, y Jean-Gaspard Deburau quien asesinó, se dice que accidentalmente, a un niño que lo insultara en la calle. Porque a final de cuentas, la sonrisa eterna no es una virtud, es más, termina siendo una maldición.

Justo es en la sonrisa del Guasón, sobre todo la del interpretado por Jack Nicholson en Batman (Tim Burton, 1989), donde vemos la psicosis desatada gracias a esa anomalía en la cara del criminal. Pero los otros Jokers no se quedan atrás, pues el de la dupla  Nolan-Ledger se une con el kitsch de Cesar Romero, en su primera aparición a cuadro, envestidos como un payaso de nariz roja y barba azul. Por cierto, pocos saben que dicho personaje de Batman está inspirado en un personaje cinematográfico, Gwynplaine, interpretado por  el mítico Conrad Veidt en el filme The Man Who Laughs (1928 ) dirigida por Paul Leni, y que es una adaptación a la novela de Víctor Hugo. Ambos personajes lucen semejantes, y sufren el mismo escozor, el de la sonrisa eterna, esa que no les permite expresar correctamente todos los sentimientos que poseen.

Precisamente en 1928 Charles Chaplin estrenaba una de sus mejores cintas, por la que recibiría un Oscar honorifico, el primero, y que lo consagraría como un gran realizador: El Circo (The Circus, E.E. U.U., 1928). Después de varios dimes y diretes, Charlot acaba inmiscuido con una compañía cirquera, ¿cuál fue su logro?, el humor. Él logra, sin saberlo, hacer reír a la audiencia, algo que los payasos de ese espectáculo ya no hacen. No es idea central de la cinta, pero Chaplin habla de lo gastado de la comedia de pastelazo, de las rutinas arcaicas que ya no logran esbozar sonrisas. Revitaliza estas viejas rutinas, dotándolas de nuevos aires, como sólo él lo sabría hacer, provocando carcajadas con sketches bastante simples, pero activos y sustanciosos.

Si se habla de circo, es casi obvio que se hable de payasos, o por lo menos que tengan una presencia visual, como en Santa Sangre (Alejandro Jodorowsky, México, 1989) donde son parte de la estética visual de la cinta, sin ser personajes de peso específico. Pero si se habla de cine y circo, además de Chaplin, hay que hablar nada más y nada menos que de The Greatest Show on Earth (Cecil B. DeMille, E.E. U.U., 1952) y del magnánimo y viejo Hollywood. Donde las historias de los cirqueros se entrelazan, se expanden y se concretan, conocemos al payaso Buttons, interpretado por otro grande: James Stewart, y su misterioso y oscuro pasado, que nos deja  ver que el maquillaje no sólo sirve para dibujar una sonrisa y provocar otra, también funciona para cubrir algunas, no tan gratas, formas.

Esto último lo demuestra Alex de Iglesia en su cinta Balada triste de trompeta (España-Francia, 2010). En esta película psico-violenta, el maquillaje y el disfraz sirven más que para simplemente cubrir las personalidades desequilibradas de los personajes, fungen como escaparate, como alter ego: son una extensión del ser humano que le sirve para ser la mejor, o peor, persona que es capaz de ser.

La cinta del español se podría acercar a un género, aún no cimentado, pero al que no le faltan ganas ni motivos para generarse: el clownxplotaition. De donde podríamos sacar ejemplos como Killer Klowns from Outer Space (Stephen Chiodo, 1988), su próxima secuela The Return of the Killer Klowns from Outer Space in 3D, programada para 2016, y títulos menores como Killjoy (Craig Ross Jr., 2000), Clownhouse (Victor Salva, 1989) o la cinta húngara Gingerclown (Balázs Hatvani, 2013). Todas cintas de bajo presupuesto o historias poco francas, el Serie B con nariz roja, donde podemos mencionar, también, el biopic del multi-homicida John Wayne Gacy, Gacy (Clive Saunders, 2003) que tampoco cuenta con tanto presupuesto, ni calidad de producción.

La cinta Clown de Watts innova en crear un ente a partir del payaso, un ser capaz de poseerte y transformarte en algo de semblante benévolo, pero malvado por dentro. Algo que sólo se había visto a la inversa en Poltergeist (Tobe Hooper, 1982) con el payaso de madera poseído por los entes que habitan la casa.

La cinta producida por Eli Roth es visualmente atractiva, aunque carece de una solidez narrativa. Lamentablemente otra vez nos queda mal el terror, pero seguiremos esperando. Situaciones y personajes viven bajo la manga, esperando a ser jugadas de una mejor manera. La maldición de los payasos sigue presente, su sonrisa no se borra. Justo ahí es donde está el principal de sus problemas y el mayor de nuestros miedos.

 

27.05.15

Alí López


@al_lee1
DF, 1990. Escritor underground. Ha publicado diversos cuentos y relatos en antologías independientes, con géneros y temas como el realismo sucio, la ciencia ficción, el terror, high fantasy y cine. Ha colaborado ....ver perfil
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