siguenos
Cine silente y literatura, una historia de amor/desamor

Con esta nota, la autora comienza un recorrido por la historia de los orígenes del cine que irá acompañando al lector por rutas que quizás haya transitado antes, pero que siempre ha ido dejando de lado, para mejores tiempos cinéfilos. Esta serie será, entonces, una oportunidad para seguir la pista de una versión de la antigüedad cinematográfica.

 

por Lara Roth

 

Cinéfilos o no, es fácil notar la presencia recurrente de la literatura en las creaciones cinematográficas. Sin ir demasiado lejos, ahí está en cartelera la más reciente adaptación cinematográfica de El Principito (2015), inspirada en la novela corta del famoso escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), blanco de diversas críticas por la manera en la que se realizó, al crear un paralelismo con otra historia ficticia para poder desarrollar el planteamiento de la novela francesa. Sin embargo también contamos con ejemplos afortunados de adaptaciones cinematográficas más fieles a los textos, como lo fue la saga de El señor de los Anillos (2001), que han rebasado las expectativas de muchos lectores amantes de la literatura de J. R. R. Tolkien. Pero ¿desde cuándo inició este diálogo entre cine y literatura?

A finales del siglo XIX, después de una larga y atropellada carrera de experimentos, los hermanos Lumière patentaron el cinematógrafo como invento, y así surgieron los inicios del género documental, ya que se capturaban imágenes de la vida de trabajadores en Paris, momentos emblemáticos de la vida civil, instantes de ocio social y filmaciones de los nuevos inventos de la era industrial. Estas breves creaciones cinematográficas que tenían una duración de entre 1 a 5 minutos, se presentaban en ferias ambulantes, en donde mujeres y niños, en su mayoría, solían asistir. Con el paso del tiempo y a falta de conocimiento de lo que se podía hacer con el cinematógrafo, aunado a la falta de contenidos narrativos de las cintas, el cine estuvo a punto de desaparecer entre los años 1907 a 1908.

Sin embargo el desarrollo del cine silente surgió, en gran parte, por la intervención del famoso actor, mago y prestidigitador George Méliès, quien comenzó a experimentar con otras posibilidades creativas que albergaba el cinematógrafo. Debido a la naturaleza creativa de Méliès, y a su situación económica, filmó alrededor de trescientos cortos en su famoso y cristalino estudio a las afueras de París, hasta quedarse sin un sólo centavo. Fue él quien, por su instinto actoral, tuvo la idea de llevar a cabo las primeras adaptaciones cinematográficas de algunos famosos cuentos, como Cendrillón (1899); piezas teatrales clásicas como Hamlet (1907); óperas como El barbero de Sevilla (1904); o novelas, como Robinson Crusoe (1902) o El viaje de Gulliver (1902); o las de Julio Verne que le sirvió para crea el emblema de su cinematografía, El viaje a la luna (1902).

Ya en la primera década del siglo XX, los cinematógrafos habían llegado a varias partes del mundo, gracias a los representantes que la compañía Lumière había enviado a varios países del mundo, mientras se acrecentaba la tendencia del cine por apropiarse de las obras literarias más significativas para el público, ya que se requerían historias ya conocidas por los espectadores para no verse en la necesidad de explicar demasiado.

Entre las adaptaciones cinematográficas más relevantes del cine silente provenientes de obras literarias, se encuentran, por mencionar tan sólo algunos ejemplos, de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, dirigida por Cecil Hepworth en 1903; Charles Dickens, Oliver Twist, dirigida por John Stuart Blackton en 1909, David Copperfield por Thomas Bentley en 1913, A Christmas Carol, llevada a cabo por J. Searle Dawley en 1910, A mystery of Edwin Drood, realizada por Herbert Blache en 1914; de Fiódor Dostoyevski, Los hermanos Karamazov, realizada por Viktor Turjanski en 1915, y Crimen y castigo, por Iván P. Vronsky en 1913; de Victor Hugo se adaptó Los miserables, dirigida por Alberto Capellani en 1912, y Notre Dame de Paris, ambas dirigidas por Alberto Capellani, en 1912 y 1911, respectivamente.

Finalmente, la reconocida cinta Resurrección, basada en la novela de León Tolstoi y realizada por el famoso director David W. Griffith en 1909, además de un sinnúmero de cintas inspiradas en las obras teatrales de William Shakespeare: Otello dirigida por Mario Caserini (1907), Romeo y Julieta por Clément Maurice (1900), El mercader de Venecia por William J. Bowman (1912), Macbeth por Stuart Blackton (1907) y muchas otras, entre las que destaca Hamlet, al haber sido realizada ocho veces por diversos directores de distintos países durante la etapa del cine silente.

Cabe añadir que muchas de las películas de aquella época pasaron al olvido y desafortunadamente en la actualidad queda como patrimonio tan sólo un 10% del total de las producciones cinematográficas; sin embargo, muchas otras se encuentran actualmente en proceso de restauración o resguardadas en archivos cinematográficos disponibles para consulta.

Así, para responder a nuestra pregunta inicial, podemos decir que durante los años de infancia del cine, la literatura resultó ser un medio efectivo de comunicación para representar historias en un mundo silente y así dar inicio a una larga relación de amor y desamor entre el cine y las letras.

Sin embargo no fue éste el elemento que consagró al cine, sino otros, en conjunto, quienes construyeron al séptimo arte hasta convertirlo en toda una industria del entretenimiento, tales como el movimiento futurista, la vanguardia rusa, las producciones colosales y las sociedades de Filme d’Arte, de lo que iremos hablando…

 

26.11.2015

Lara Roth


Estudió Lengua y Literatura Italiana en la UNAM y se tituló con una investigación que versa sobre el cine mudo y la literatura. Actualmente escribe, dibuja, traduce y le gusta el caos de la vida bohemia. ....ver perfil
Comentarios:
comentarios.