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35 Foro. No se recargue en las puertas

 

por Daniel Valdez Puertos

El autismo como tema central en las películas ha sido un bonito tema para detonar narraciones fílmicas de compasión, comprensión, esperanza y admiración por una inteligencia especial. Entre ellas cabe recordar Mater Amatísima (Salgot, 1980) Rain man (Levinson, 1988) y bodrios como Me llaman Radio (2003). Con su segundo largometraje, el joven director Sam Fleischner aborda el autismo desde otra dimensión del conflicto un tanto más sofisticada, con un argumento central semejante a El curioso incidente del perro asesinado a medianoche (Mark Hadon, 2003) pero de manera sobria y sin ocuparse por las lecciones de conciencia sobre esta condición.

En No se recargue en las puertas, Ricky (Jesús Sánchez-Velez), un preadolescente con síndrome de Asperger, se extravía en el trazo cautivante de Nueva York tras la pubescente negligencia de su hermana (Azul Zorrilla). Su madre (Andrea Suárez Paz) una oficiosa doméstica latina, habrá de tomar las diligencias necesarias para su hallazgo.

Ricky, obseso de las texturas y el color violeta, se deja llevar por el paso de unos tenis que entre tanta coreografía pedestre se pierden en el laberíntico subterráneo neoyorquino. La batería de su celular y de su ipod se agotan. Repite cual letanía las líneas del tren A, G, L. Rickyse convierte en un trainspotting que estaciona su mirada en pequeños, pequeñísimos detalles, como los jerseys, gestos, manos de las personas que viajan junto a él. Y así se irán días, intentando contener el hambre y las ganas de ir al baño hasta lo posible.

No se recargue en las puertas, no se sostiene en absoluto en la explotación dramática. El filme intenta evitar los exabruptos. Se trata de una aventura introyectiva, de preocupaciones audiovisuales a priori, con trasfondo dramático apenas perceptible. Para decirlo de alguna manera, el filme afina las cuerdas buscando el límite de la apreciación contemplativa de una persona que es habitada por la exuberante estética cosmopolita de N.Y. pero sin reventarlas. Quizá se tuerzan un poco con la prescindible llegada de un padre (Tenoch Huerta), que al final, es lo de menos.

El filme se suma a una tendencia experimental ya vieja, aunque cada vez más transitada por el cine contemporáneo independiente, debido a la portabilidad y economía tecnológica: cámara en mano para recoger extractos de la vida cotidiana, diseñar uno o varios personaje que sean rebasados por su entorno, construir un conflicto matriz (Autismo, en este caso); y aprovechar todos los recursos que el montaje y el sonido nos ofrecen en la postproducción. Una fórmula sencilla, si es que se quiere ver así, pero en ocasiones eficaz, para fabricar una estética del autismo audiovisual, donde el documental, la ficción, el mockumentary, la no-ficción, found footage y toda necedad de encasillar estilos se dislocan para soltar motivos narrativos insospechados tanto para los mismos realizadores y, por ende, para su público. 

 

14.07.15

Daniel Valdez Puertos


@Tuittiritero

Textoservidor. Lic. en Técnicas de la alusión con especialidad en Historia de lo no verídico. UNAM generación XY. Editor en Jefe y cofundador de la revista F.I.L.M.E. Fabricante de words, Times New Roman, 12 puntos. Es....ver perfil

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