por Jeremy Ocelotl
Casi vapuleada universalmente, Lost River (2014) es un filme que tuvo la mala fortuna de presentarse en el más prestigiado festival de cine del mundo (Cannes) y homenajear a vacas sagradas del cine como David Lynch, Nicholas Winding Refn, Mario Bava, entre otros, sin el menor disimulo en sus intenciones; contar con una alegoría de fácil lectura sobre el capitalismo voraz, el derrumbamiento del sueño americano; y la podredumbre que se puede encontrar en cualquier comunidad por más pequeña que sea, y finalmente de haber sido dirigida por un actor tan conocido como Ryan Gosling.
El filme que representa el debut como director del otrora galán de Hollywood, plantea una narración en paralelo entre las historias de Billy, una madre soltera (interpretada por Cristina Hendricks) que recurre a un nuevo empleo para poder saldar sus deudas bancarias y salvar su casa, y la de Bones, su hijo mayor, quien se dedica a recorrer el tan derruido como fantasmal pueblo que da nombre a la película, mientras encuentra la amistad y el interés romántico de su vecina Rat (Soairse Ronan).
La trama de Lost River es sencilla, pero se nutre de un desfile de extravagantes personajes que plagan el siempre surreal universo del pueblo en el que se plantea la acción, quienes ayudan a construir la ominosa, onírica y perturbadora atmósfera presente a lo largo del filme. Es precisamente dicha atmósfera uno de los puntos más fuertes de la película, donde copiando lo más fielmente posible el estilo fotográfico neón de obras de Winding Refn como Drive (2011) y Sólo Dios perdona (2013), Ryan Gosling con ayuda del director de fotografía Benoît Debie, logra transmitir estados de ánimo bastante particulares a través de las imágenes que va creando. De esta manera Gosling logra construir este universo ficticio, aprovechando un actual Detroit en su mejor uso como locación desde Sólo los amantes sobreviven (2013), transformando a la ciudad en un lugar simbólico y universal como el Río Perdido al que hace alusión el título, representante de todas aquellas ciudades fantasma alrededor del mundo pero sobre todo de Estados Unidos.
A partir de estos elementos, Río perdido va entregando una sucesión de apabullantes y por momentos bastante poéticos fotogramas, que se vuelven mucho más sorprendentes por el hecho de tratarse del debut de Gosling como realizador. Y es que como ha sido acotado por muchos críticos, si bien la narrativa podría pecar de simplista, el aspecto audiovisual es donde la película no da concesiones para crear una experiencia sensorial bastante compleja y recompensable. Hay algo por demás admirable en la confianza que el debutante cineasta muestra en el poder de la imagen en movimiento: de un encuadre, de la iluminación, o una banda sonora específicamente diseñada para una escena, antes de recurrir a una narrativa ortodoxa para poder transmitir las ideas que plagan la pantalla. Quizá por esto antes de todos los comparativos que se le han achacado, debería establecerse al Malick de El árbol de la vida en adelante, como la mayor influencia en la realización del joven director, rozando la poética y fragmentada puesta en imágenes, y utilizando crípticos y en apariencia vacuos diálogos.
Sin duda, es evidente lo ambicioso y personal que resulta el proyecto de Ryan Gosling, por lo cual no es de extrañar la ostracista naturaleza de su película. Si algo parece quedar claro después de tanta queja, es el peso de los nombres en el ámbito cinematográfico, porque mientras que los guiños a diversos cineastas en Lost River son puntualizados como un plagio o una falta de estilo propio —que si se parece demasiado a Blue Velvet de Lynch, que si el uso de color recuerda a Mario Bava— habría que recordar que uno de los más celebrados cineastas contemporáneos se nutre de homenajear constantemente filmes y realizadores a los cuales admira: Quentin Tarantino.
El filme de Gosling es incómodo por ser demasiado personal, tener ideas claras sobre lo que quiere ser y decir, las cuales pueden ser tachadas de obvias. Pero si como sus detractores, quienes le reprochan la ausencia de una narrativa clara, también podemos atribuirle las características de nostálgica, romántica, ominosa, perturbadora entre otras: la película no es la vacuidad que se ha intentado creer que es. Por supuesto, estos mismos calificativos se pueden encontrar en las críticas negativas, y mientras que la validez narrativa queda a criterio del espectador, hay que recordar que esta película termina por demostrar varias cosas: 1) si uno no es un cineasta consolidado el realizar un proyecto como éste, puede ser desdeñado por sus pretensiones; 2) Gosling tiene muy clara sus postura política, la cual permea todo el filme sin apología alguna; 3) el actor convertido en director tiene el potencial de ser un gran cineasta, y finalmente 4) Lost River no es esa hecatombe fílmica que nos quisieron vender.
29.11.15