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Trazos del primer Chaplin

por Ulises Granados

 

Todos somos aficionados.

La vida es tan corta que no da para más.

Charlie Chaplin

 

No sería arriesgado decir que cada uno de nosotros tiene una imagen de Chaplin en la cabeza, en la primera mitad del Siglo XX no había ningún actor más famoso que él. Tanto se le ha imitado, parodiado y homenajeado que es imposible no relacionar su nombre con los accesorios de su personaje más famoso: The Tramp, Charlot, El Vagabundo. Con sólo mencionar su nombre ya imaginamos el bigote, el bastón, los enormes pantalones, el bombín y su andar curioso.

Es probable que algunos otros recuerden también a Hynkel de El gran dictador (1940) o a Henri Verdoux, pero la verdad es que Chaplin le debe su fama sobre todo a este curioso personaje nacido, según Georges Sadoul, el 28 de febrero de 1914 en la película Between Showers. Lo cierto es que antes de que dicho personaje fuera nombrado con este apócope francés para Charlie, Chaplin ya había aparecido en cuatro películas producidas por la Keystone. Making a Living fue la primera de ellas; a ésta le siguieron Kid Auto Races at Venice, estrenada el 7 de febrero el mismo año,  Mabel’s Strange Predicament, estrenada dos días después y, finalmente, A Thief Catcher. Aunque es verdad que, técnicamente, la primera aparición de este personaje con todo su atuendo se da en Kid Auto Races…, la personalidad que lo distingue se muestra hasta ese 28 de febrero.

Charles Chaplin nació el 16 de abril de 1889 en Kennington, uno de los barrios pobres del Londres de aquella época. Su infancia fue difícil: vivir con Sydney, su medio hermano, Hannah, una madre enfermiza y un padre alcohólico que terminó por abandonarlos a los tres, para luego pasar un par de años internado en un orfanato... Sin embargo, tuvo la fortuna de empezar con el pie derecho en los escenarios de los music-halls londinenses a muy temprana edad. Guadalupe Loaeza cuenta en su libro Infancia es destino esta primera actuación el pequeño Charles:

    […] En una ocasión, la voz de Hannah [la madre de Chaplin] se quebró en plena actuación. Charles, que se encontraba viéndola tras los bastidores, sintió tanta angustia porque el público comenzó a chiflar y a burlarse de ella, que corrió a tomarla de la mano. Pero Hannah, demasiado nerviosa por este incidente, dio una disculpa al público y salió del escenario. Dicen que el pequeño Charles vio las candilejas del teatro y los rostros del público y que algo lo impulsó a cantar. Cantó una canción que se sabía Jack Jones, y lo hizo tan bien que cuando terminó, el público le arrojó muchísimas monedas sobre el escenario. Charles se puso tan feliz pues nunca había visto tanto dinero junto que dejó de cantar y le dijo a la gente: “Primero voy a recoger el dinero y luego sigo cantando”. Fue tanta la risa que le dio a la gente que el dueño del teatro se asomó a ver qué pasaba, y cuando vio al pequeño actor recogiendo dinero se acercó para ayudarle. Pero Charles pensó que el dueño quería quedarse con las monedas… Cuando el público vio la cara de preocupación del niño, comenzó a reírse más. Dicen que las carcajadas siguieron y siguieron. Entonces, el joven cantante volvió a ponerse en su sitio, y al llegar al final de la canción, imitó la voz de su mamá al quebrarse. Hubo tantas risas y aplausos pero sobre todo más monedas sobre el escenario, que cuando Hannah salió por su hijo, la gente la recibió con una enorme ovación. “Aquella noche fue mi primera aparición sobre el escenario y la última de mi madre. Yo tenía seis años y medio”, escribió Chaplin.

 

Tiempo después, con trece años cumplidos, Chaplin interpretaría a Sherlock Holmes en un music-hall. Tuvo que pasar poco tiempo para que se hiciera de cierta fama entre quienes frecuentaban estos lugares, pero todavía estaba lejos de trabajar con la compañía de Fred Karno, de su gira por Europa y por los Estados Unidos, ya no digamos de filmar cualquier película. Mack Senneth (actor, director y productor de la Keystone que proclamaba haberlo descubierto) aún no aparecía en escena. Sus días de éxito desaforado en la Lone Star todavía no se podían imaginar siquiera.

Bien sabemos que dar nacimiento a un personaje no es cosa simple; tampoco lo es su desarrollo. Y si hay problemas para señalar la fecha exacta en que aparece Charlot, ¿por qué habría de ser menos difícil indicar el momento en que madura por fin? Para Woody Allen, este momento llega hasta tres años después de su aparición, con Easy Street (1917). Tal vez porque en ella uno puede ver cómo ciertos elementos que siempre han estado en la comedia de Chaplin logran caer en su sitio para dejar de parecer mera comedia física, elementos como la pobreza, la falta de empleo, la dama en apuros. Para este momento podemos ver cómo Chaplin se desprende de sus influencias y se consolida como un artista autónomo, ya alejado de los music-halls de su infancia, de las películas de Max Linder, actor francés a quien admiraba tanto, para acercarse cada vez más a sus mejores tiempos.

Supongo que algo tendría que ver esa famosa crítica que le hicieran enseguida del estreno de The fireman (1916) y que cuenta el propio Chaplin: “En ese momento de euforia, al día siguiente del estreno de Charlot bombero, recibí una verdadera ducha de agua fría. Me era administrada por un desconocido al que no vería jamás, y que me escribía: ‘Temo mucho que se haya usted convertido en el esclavo de su público. Cuando, al contrario, en la mayoría de sus otras películas, el público era esclavo de usted. Charlot, al público le gusta ser esclavo’.”

En 1918, vendría Shoulder Arms, su primer largometraje y con él comenzaría una nueva época en su carrera, mucho más espaciada, esa época aún muda en que se produjeron El Circo (1928), La quimera del oro (1925), El chico (1921), Tiempos modernos (1936) y Luces de la ciudad (1931), quizá sus mejores películas.

Aquí me detengo y me explico brevemente (justo antes del Charles Chaplin sonoro que merece otro texto aparte): sería injusto tratar de unir lógicamente, en una especie de secuencia causa-efecto la carrera de Chaplin, pero de cualquier forma ver sus películas a la luz de un par de anécdotas nos dan una nueva perspectiva. Comparar al primer Charlot, más ingenuo y tosco, con el de Luces de la ciudad, más afable y crítico, nos brindan una visión más compleja de ese personaje y del propio realizador. Sé que siempre es complicado hablar de alguien de quien tanto se ha hablado, pero a fin de cuentas tranquiliza aportar una palabras sabiendo que todos somos aficionados. La vida es tan corta que no da para más.

 

23.03.15

Mr. FILME


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La letra encarnada de la esencia de F.I.L.M.E., y en ocasiones, el capataz del consejo editorial.....ver perfil
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