por Joel Gustavo
Ninguna novedad reporta a la crítica cinematográfica ni al espectador promedio comprender el cine de terror estadounidense como un producto flexible en términos de mercadotecnia, efectos especiales, proyección, remakes, secuelas y éxitos de taquilla en nuestro país, para esto El Aro 3 (Javier Gutiérrez, Estados Unidos, 2017) es un ejemplo perfecto.
Por el contrario, podemos comentar a primera vista dos cuestiones fijas en las recientes producciones del género: primero, la sobre explotación de temas y formulas del terror cinematográfico y segundo, la imposibilidad de la industria cinematográfica estadounidense para crear nuevos temas y expresiones del terror en pantalla. Las siguientes líneas además dar un punto de vista crítico sobre tercera entrega de El Aro, defienden la producción de cine de terror como una necesidad humana de entretenimiento, dependiente de la diversidad de situaciones de suspenso y sorpresa como elementos básicos para crear agitación y reacciones de terror en los espectadores.
Una leyenda urbana sobre una muerta de cabellos largos
En Japón, como en pocas sociedades, las leyendas urbanas se alimentan de seres sobrenaturales de vieja tradición: los Tokai, criaturas vivas en el imaginario colectivo como parte de un inframundo del que existen numerosos relatos de sus apariciones, acompañados de escalofriantes pormenores sobre los juegos y jugarretas que gastan a las personas. La mayoría de historias sobre estos seres tiene como escenario regiones apartadas de la civilización, aunque inmediatos a ciertas comunidades japonesas. El Tengu o Duende narigón es un buen ejemplo, pues los usuarios de teléfonos digitales de todo el mundo usan su imagen emoticon para redactar mensajes.
En este sentido, la saga de películas de terror El Aro se basa en la cinta japonesa del mismo nombre, Ringu (Hideo Nakata, 1998), contadas en relatos alrededor del demonio Hannya y sus representaciones femeninas Dojoji y Aoi no Ue –mujeres maduras de larga cabellera negra que genera espanto y mal agüero en aquellos que desafortunadamente la han encontrado en su camino–.
Ahora bien, haciendo a un lado la necesidad o no de filmar una versión norteamericana (u occidentalizada, si se quiere) de la saga de películas japonesas dirigidas por Nakata, podemos encontrar en El Aro una serie de personajes y escenarios comunes en películas de terror recientes. Aquí sólo unos ejemplos: jóvenes universitarios perseguidos por una maldición (Viernes 13, Scream, Destino Final, Blair Witch), un maligno espíritu femenino de largo cabello, (El exorcista, Insidious, El Conjuro, Mamá), un hombre obsesionado con artes paranormales (Sentidos alterados, Línea Mortal, La maldición, Premoniciones, Annabelle) y la lista podría extenderse. En cuanto a escenarios filmados hasta la nausea presentes en la cinta basta con mencionar los siguientes: un colegio o universidad, un mohoso panteón, un terruño despoblado, un lúgubre sótano, una iglesia destartalada. El lector de estas líneas juzgará si se trata o no de lugares y escenarios tan usados en películas de terror que resultan más familiares que misteriosos ya no digamos terroríficos.
Historias sin misterio, historias sin sorpresa
En sentido llano, se puede afirmar que nadie acude al cine y ve una película de terror con la alta expectativa de salir asustado como un conejo. Lo que sí esperan quienes escogen ver películas de terror es encontrar sorpresa, excitación, asombro, en resumidas cuentas una proyección que libere sus reflejos irracionales del miedo; inseparable reacción del ser humano frente a lo desconocido, emoción básica para reaccionar al peligro, el desconcierto, lo indeterminado.
Entonces ¿una película con personajes y escenarios comunes para el público promedio puede generar asombro, desconcierto, ansiedad? ¿Puede desactivar los mecanismos racionales de espectadores, saturados de imágenes y estímulos audiovisuales? La respuesta inmediata es no, porque películas como El Aro rompen con el principio fundamental de proyectar una historia con personajes y escenarios suficientemente frescos o novedosos para el espectador, algo que no se encuentre en el camino diario al trabajo o en una búsqueda rápida por internet, es decir algo apartado del imaginario colectivo, un algo terrorífico capaz de excitar la atención y las emociones del publico por medio de una combinación calculada mezcla de imágenes y sonidos inspiradores de suspenso; una expectativa frente a lo que ocurre en pantalla que por medio de atmosferas y las posibles soluciones sean susceptibles de sorprender a un espectador y generar en este asombro y desconcierto.
El cambio sugerido en estas breves líneas, clama por una oferta de cine de terror original, fresco y posible, debido a la oferta nacional e internacional de cintas del género, el cual depende en buena medida del público, quien a fin de cuentas escoge qué películas ver y donde. Este cambio con seguridad acercará las pantallas del público mexicano nuevas historias y experiencias cinematográficas a la par y al margen de producciones viciosas trazadas en historias y atmósferas sobreexplotadas ricas en estrategias de mercado para atraer al público, míseras en la calidad de experiencias de asombro y terror.
25.02.17