por Jeremy Ocelotl
En el más reciente filme del director mexicano Michel Franco, merecedor del galardón al mejor guión en el Festival de Cannes 2015, nos vemos acercados al subgénero de enfermos terminales que ha sido tan explotado en el cine, con encontrados resultados. El tratamiento que hace del tema el otrora director de Daniel y Ana (2009), es más bien lacónico, sobrio y con un interesante giro al abordarlo desde el punto del cuidador y no del paciente.
Se nos presenta a David (Tim Roth), un enfermero de pacientes terminales, y su rutinaria existencia, cuya mayor parte consiste en cuidar de ellos. De inmediato se percibe en David, más que una alarmante dependencia emocional hacia sus pacientes, una total simbiosis emotiva y afectiva para con ellos. Si el personaje pareciera en un primer instante encontrarse vacío es porque así lo está, vive a través de las personas que va cuidando, por lo que no resulta extraño su profundo interés por estos enfermos, incluso tomando prestadas sus vivencias como propias para inventarse una existencia.
Durante dos tercios el filme avanza a paso lento pero firme, donde observamos a David cuidar hasta donde lo permite su humanidad, paciente tras paciente; en viñetas que Franco aprovecha para hacer gala de su ya establecido y depurado estilo. Una puesta en escena con cámara fija, donde los personajes aparecen y desparecen dentro del cuadro, evidencia el magnífico manejo del fuera de campo del director y al mismo tiempo apunta a una falta de movilidad del personaje, pues aun cuando se encuentra constantemente en movimiento, permanece en un estado psicológico y emocional estático. Por otro lado la dirección de arte es digna de notar pues Franco se apoya en espacios intencionalmente desprovistos de toda personalidad, para simbolizar esa falta de vitalidad, tanto de los pacientes como del protagonista mismo; no es casualidad que las habitaciones y viviendas donde David atiende a los demás personajes se sientan estériles, con una paleta de colores deslavados.
La película se erige como una contraposición a este triunfalismo del espíritu promovido por Hollywood, y su edulcorada visión de los pacientes en estas situaciones, mediante un retrato crudo de los cuerpos y su paulatina degeneración, dejando de lado la romantización del enfermo. El relato también realiza un examen de personas como David, que viven con depresión crónica, mediante una excelente interpretación de Roth como personaje principal quien logra transmitir esa pesadumbre que lo acongoja gracias un eficaz trabajo de expresión facial. La escasez de diálogos, más que sentirse como un requisito del “cine de festival”, ayuda a potenciar este sentir de sinsentido y desesperanza, incapaz de articularse en palabras.
El muy debatido, por demás abrupto y efectista final encaja a la perfección con algunos elementos del filme como la (en momentos) excesivamente cruda desnudez o el tratamiento de enfermedades como el VIH; además de que si se examina la filmografía del director se podrá constatar que a pesar de su sobriedad visual, este tipo de shocks discursivos no le son ajenos. El problema parece recaer en que a diferencia del fenomenal guiño a Funny Games (97 / 07) de Haneke en el final de Después de Lucía, el plano final de Chronic parece sacado del Hollywood más comercial, pues incluso se puede pensar en escenas bastante similares en cintas como Destino Final o Chicas pesadas. De cualquier manera el mismo podría sustentarse discursivamente con la siguiente base: al final le precede el mayor movimiento de cámara en todo el filme, indicando que después de haber sido liberado de esos frenos llamados pacientes, lo insoportable de su existencia y la inercia del personaje lo llevan a su polémico desenlace. Al mismo tiempo la última parte apunta a una “martirización” de David, tan recurrente en el imaginario cinematográfico mexicano, indudablemente influenciado por el melodrama clásico.
En Chronic será el último acto el que le dé un giro muy necesario, dotando de profundidad al último trabajo del director mexicano, antes de que termine por caer en la repetición y la monotonía. Es así que el filme se sumerge en las aguas del drama familiar, donde se dará una explicación para el comportamiento y actitud de David, y de esta manera volverlo un ser complejo. Es en los últimos minutos donde también se presenta un debate sobre la validez y finalmente una probable reivindicación de la eutanasia.
26.04.16